viernes, 18 de marzo de 2016

El pintor y el lienzo.

La dama dormía plácidamente entre las sábanas de aquella cama que le pertenecía. Todas esa habitación le pertenecía. Había sido destinada para que pudiera descansar en ella cuando no se encontraba en proceso de ser una obra de arte. Sus sueños la llevaron a los momentos dela noche anterior, en la que había llegado a aquel lugar, después de mucho tiempo desaparecida a los ojos de aquel anfitrión que ahora la acogía de nuevo. Sus sueños se hicieron vívidos y ella llegaba entonces a donde había pertenecido siempre, a donde necesitaba y merecía estar; un lugar lleno de ternura, cariño, sangre y dolor. Y arte.

Había entrado por la puerta para ser recibida por la oscuridad, que apenas permitía, como es obvio, vislumbrar al amo y señor de aquel lugar donde siempre flotaba una atmósfera de opresivo placer o de angustiosa y dulce agonía. Lo primero fue el aroma que llegó a su nariz nada mas abrir las puertas: sangre, angustia, sexo y muerte. Quizás no en ese orden pero realmente se los podía distinguir. Su mente le hizo rememorar por escasos segundos el encuentro entre su anfitrión y la piel de ella, surcada de aquellas cicatrices mas visibles pero al mismo tiempo mas vistosas que las que portaba en su corazón. 

Lo segundo que actuó en aquella escena onírica fue el oído. A lo lejos escuchó lo que parecían risotadas. Luego pareció escuchar algún sonido que parecía mas una expresión de placer y deseo que otra cosa. Recordó haber curvado sus labios en una sonrisa ante la fuerza del recuerdo. La lluvia caía a su espalda, dejando atrás la violenta tormenta que había estallado, como precediendo a su llegada. En aquel sueño sin embargo no tenía la ropa húmeda y pegada a su figura. Quizás demasiado tópico para una escena de semejante calibre. Así pues se dejó guiar por los sonidos hasta que descubrió algo en el suelo. Un rayo cayó del cielo y el trueno acompañó con un sonido oscuro la visión de un rastro de gotas de sangre. En el pasado no lo habría hecho pero en aquella ensoñación se agachaba y probaba la sangre tras recogerla en la punta de un dedo. Dulce. Realmente dulce. Quizás una inocente señorita había encontrado un abrupto final. Aunque los sonidos seguían llegando a sus oídos, y por el momento nada parecía estremecerse a través de los sentidos mas allá de las ventanas, sacudidas por la violenta tormenta. 

Continuó caminando mientras cuadros y escenas se sucedían a ambos lados de aquel pasillo. Donde quiera que viera no paraba de ver cuerpos desnudos padeciendo todo tipo de sufrimientos. Monstruos consumiendo la carne de gente aun viva, objetos afilados clavados en las tiernas carnes aun calientes de personas "inocentes" que rezumaban maldad en sus miradas. De vez en cuando, el clásico vampiro o un licántropo hacían su aparición para fundirse con todo tipo de seres bellos y llenos de gracia, apresándolas entre sus garras y esparciendo tripas, dolor y muerte por todo el cuadro. En ningún momento perdió el rastro de sangre que le llevó frente a unas puertas de ébano negro con dos letras "A". A su vez, y aprovechando la forma de la letra, como situándose en las puntas se podía ver otras tres letras: una "c" una "d" y una "P". Dentro del triángulo que formaba la "A" había una letra griega, la letra "phi", destellando en un rojo sanguinolento.

La mujer sonrió al ver aquella bella referencia y no pudo evitar dirigir la vista a una de sus muñecas, donde una quemadura en el pasado, un rastro mínimo de la genialidad del artista que ahí vivía, se aposentaba finamente, formando esa bella letra. Antes de abrir la puerta se acercó para comprobar la hechura de aquellas marcas y cuando pasó la mano por el símbolo de phi sintió que esa parte de la puerta estaba notablemente mas caliente. La mujer de nuevo sonrió mientras echaba mano del picaporte, escuchando las risotadas y los sonidos de placer al otro lado. Entró en aquella habitación, la cual no contaba con su presencia desde hace años. 

La luz de aquel lugar le permitió ver una estancia enorme pero humildemente decorada. En medio se asentaba un trono flanqueado por telas rojizas, en el cual un hombre se sentaba y sobre este, situada sobre sus piernas, una mujer de bellas formas, cabello largo rubio, ojos azules,cintura de avispa, largas piernas. Al verla entrar, unas cuantas miradas con mas o menos maquillaje se posaron sobre la recién llegada, como si fuera una instrusa. Otras mujeres la miraban con curiosidad y las que mas o las que menos con una cierta chispa de deseo. Abundaban todo tipo de prendas que realzaban los encantos y los colores para llamar ligeramente mas la atención. En ese momento parecía predominar la lencería. La recién llegada observaba solo al señor de aquel lugar, al acompañante junto al cual había creado aquel lugar. 

-Dejadnos a solas.- Dijo el hombre en un tono calmado mientras las manos se retiraban del cuerpo de la rubia. 

Todas aquellas siervas, o esclavas, o aperitivos se retiraron de la estancia. La dama las miró a todas a los ojos, entre desafiante y tranquila. No se movió un milímetro, ni siquiera ante unos cuantos roces de los mas accidentales y sugerentes de tan bellas anatomías andantes. Cuando se hubo cerrado la puerta el señor se quedó mirando a la única persona que quedaba en la habitación. Se miraron a los ojos largo rato. El hombre miraba a la mujer, el lienzo al artista, el cazador a la cazada y la cazadora al cazado. Entonces la mujer se dio cuenta de un extraño salto en el espacio y el tiempo. Al momento su cuerpo estaba sentado a horcajadas y ambos obtenían del otro lo que buscaban, o anhelaban o quien sabe que;

-Te echaba de menos.-Dijo la voz fría, tierna, sensible, dulce, oscura, dolorosa, sádica del anfitrión mientras sus afiladas garras se clavaban sobre las caderas de aquella mujer, remanso de paz para todas las hirientes ideas de su creador. A su vez unas grandes alas negras y rojas, muy ácratas para lo que la sociedad pensaba de él, cubrían la desnudez de la mujer, que había dejado la ropa atrás hacía tiempo, completamente confiada de su seguridad y bienestar.

-Nunca me fui.-Dijo ella, reprimiendo un gemido de dolor, mientras sentía el aliento y la respiración de su amigo, deseoso y lujurioso iniciador de tan magno proyecto y acompañante en muchas noches, en lo profundo de su espacio que formaban sus protuberantes pechos.

Luego se sucedió el salto mas importante, quizás el mas significativo, en el que la dama, en todo momento desde una primerísima persona vivía toda la acción , para después ver como una hoja plateada, fina, destellando a la luz de una luna recién salida tras las nubes de tormenta, comenzaba a hundirse en la piel de aquel lienzo magnífico a los ojos de su anfitrión.


La mujer abrió los ojos de par en par removiéndose y quedándose quieta al momento tras darse cuenta de que una figura estaba sentaba sobre ella, El "buenos días" fue apenas un susurro que luego se convirtió en un grito de dolor cuando algo se clavó en su espalda. La sangre pronto comenzó a brotar y mientras las viejas sensación y los buenos recuerdos volvían a su mente para grabarse a fuego una vez mas. 

-Soñé contigo.-Dijo la mujer a aquel demonio, aquel creador, artista, científico, genio. 

-Y yo contigo.-Dijo aquella voz tan llena de matices contenidos en solo tres palabras.-Ibas como con uno de esos trajes de cuero de motorista sexy ajustados. te bajabas la cremallera a tres centímetros de mi cara y luego...-El monstruo se quedó en silencio. 

-¿Y lueg...?.-la dama no pudo terminar la pregunta ante el alarido de lacerante dolor que salió de su labios cuando la lanceta detalló una pluma mas sobre su espalda, dejando el consiguiente reguero de sangre, dolor y placer en el cuerpo de su objeto de deseo, de aquel lienzo andante que solo debería ser contemplado por los mejores hombres.y no había mejor hombre que aquel artista del ser humano.

2 comentarios:

  1. Mi lan,
    Es imposible dejar de leerlo. Lo habré hecho unas 4 ó 5 veces, descubriendo con cada lectura diferentes matices que te meten en el sueño y la realidad de dichos seres.
    Los detalles de los cuadros, las letras grabadas en las puertas... Recuerdos que acuden a la mente de este ser oscuro que descubre la paz en los extraños momentos de tormento.
    Es una sutil historia que debe ser continuada.

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    1. Y probablemente lo continúe, querida. aunque yo espero también con ansias esa tercera parte. Y de paso que se solucione el misterio de lo que en la primera la protagonista decía traer para aquel buen amigo, deseoso de su dolor y otras muchas y variopintas cosas. Me alegra mucho leer tus comentarios, querida. De verdad.

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