viernes, 11 de octubre de 2013

Baño solar.

Una caricia suave es lo que tenía su voz cuando la noche fue rasgada en mil pequeños acordes de una felicidad contenida con mil llaves y mil secretos ocultos en dos miradas. Una suave caricia final fue la nota de una orquesta que callaba poco a poco en una trémula y dulce moraleja de una historia contada con el aliento pero casi sin voz. La luna perlaba los cuerpos de dos amantes que se encontraban bañados en sudor. Dos sonrisas se mezclaban entre beso y beso; una era amplia y despertaba temor y desconfianza. La otra era sencillamente radiante y se convirtió en ese gesto de ternura que derretía los mas grandes corazones aunque la negación estuviera detrás de esos labios tan tentadores. Dejando atrás toda la gala de la apariencia, que nunca había existido en el interior de esos dos amantes, las miradas se prodigaban todo aquello que estaba al alcance de la imaginación de quien haya yacido con la mas bella dama en una noche de luna llena y sabedor de que ambos corazones estaban latiendo al mismo tiempo. Una mano pálida se deslizó suavemente por entre dos senos que subían y bajaban con la harmoniosa cadencia de un baile que minutos antes habían llevado a cabo. Dos ojos oscuros, dos lunas negras grandes como soles, se cerraron antes de volverse a abrir con una pequeña invitación, con un gesto de placer en su expresión facial que invitaba a sumirse en ese baile mas antiguo que el pensamiento de los sabios y las notas musicales.

-Desearía estar siempre contigo, que el tiempo se congelara. Se que es un tópico pero es así como me siento ahora mismo.-Con suavidad esa mano pálida se comenzó ahora a deslizar suavemente por su mejilla, estremeciéndose ambos por el contacto con la persona a la cual habían tenido tan cerca durante tanto tiempo y con quien habían compartido el mas dulce de los encuentros.- No puedo dejar de mirar esos ojos tuyos, que como bellos faros le dan sentido y guía a mi vida. La adoración que les guardo ya es conocida hasta por el mas ignorante de los animales del bosque, y ya no citemos a los humanos.

La risotada de ella se escuchó en todo el bosque e hizo que los pájaros de alrededor respondieran al mismo tiempos, algunos de ellos echando a volar en busca de esa llamada tan femenina que los atraía de forma irremediable. La sonrisa se mantuvo en esos labios tan cálidos y de tacto tan suave que podían aportar muchas sensaciones con la mínima acción de estos sobre cualquier parte del cuerpo de aquel que ahora la abrazaba con un calor renovado de fuerza y cariño. Una mano gentil y algo mas morena que la de ese amante blanco como una nube y ligero como tal tomó la de este y la entrelazo suavemente antes de decir:

-Que dulce...

No fue un "te quiero" y mucho menos un "te amo" pero esa forma de decir aquellas dos palabras eran la causa de que el corazón de quien la abrazaba en ese momento estuviera a punto de explotar de alegría y casi ponerse a saltar por todo el bosque de felicidad incontenida sin tapar lo mas mínimo su desnudez. Sin mas la abrazó fuertemente y le susurró suavemente el el oído

-Lo mas dulce que hay en este bosque, en este mundo y en mi mundo, justo aquí- dijo mientras tomaba su mano y hacía que la posara sobre su pálido torso.- eres tu. Eres sencillamente maravillosa- E inclinándose hacia ella la besó con la suavidad con que se aprecia el tejido mas exquisito y car del mundo, con la ternura con la que se mima al propio hijo la madre que lo acaba de traer al mundo. Ese beso fue una declaración de lo que bullía por dentro desde hace un tiempo interminable, en el que las palabras no servían para expresar todo un torrente de sentimientos que sirvieran como argumento o como ley para crear una realidad donde solamente existieran ellos. Del tímido contacto rápidamente se pasó a una confianza mayor aunque difícil de creer dado lo que habían hecho escasos momentos antes. Se separó lentamente para mirar de nuevo sus ojos y quedarse totalmente inmerso en esos dos abismos que parecían tener una luz al final del túnel. Y fue mas y mas profundo, cayendo a cada segundo mas en aquellos ojos tan bonitos que mas de una oratoria completa le habían dedicado. Abrasaban en pasión cuando su intención era seducir, que el corazón del hombre afortunado que viera ese mirar explotara en llamas azuladas de deseo.

La luna terminó su danza por el cielo y juntos vieron como amanecía. Él abrazaba a ella por detrás y le regalaba algún verso a su oído cada vez que la inspiración lo golpeaba con la sutileza con que ella hacía algún gesto para poder acomodarse, causando el consiguiente roce de los cuerpos que los hacía estremecer y ruborizar como niños. El aroma de ella era un perfume que dejaba rastros de deseo por todo el espíritu, recuerdos agradables de su presencia que se perdían en el límite de la imaginación. El embriagador aroma de su piel penetraba mas allá del sentido del olfato para no marcharse jamás del recuerdo de aquel ser amante que dejaba pequeños besos en el cuello, susurros en su oído y confesiones secretas en cada beso, una intención expresada con la mesura de quien no desea que eso termine jamás y teme un final abrupto. Así permanecieron, abrazados y sintiendo el baño de luz que el Sol les regalaba. Dejándose cautivar, cada segundo era como una flecha de sensaciones que llegaban hasta donde pocos podían ser capaces de describirlo en su respectivo idioma. El deseo mas animal se entremezclaban con la ternura mas poética, con las estrofas mas cálidas y voluptuosas salidas de los labios de ese caballero que era poeta dedicado a la inspiración de la Musa que tenía entre sus brazos. No era una ilusión, realmente estaba entre sus brazos, envuelta entre flores y hojas de un verde espectacular. Y eso le hacía feliz de una forma indescriptible.

Juntos, perfectamente juntos, los dos amantes se dedicaron de nuevo toda la atención entre besos, caricias, miradas, juegos, risas, susurros, sensaciones, calor, música proviniente de rosas de cristal. Y con ternura se dedicaron cada segundo como si fuera el último de sus vidas.


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