sábado, 6 de septiembre de 2014

La reina de la noche.

La música sonaba descaradamente fuerte dentro de aquel lugar atestado de gente. Los sonidos inundaban cada parte del ser en medio de los ritmos mas frenéticos que pudieran ser asimilados por los pies de un ser ghumano. Las manos se alzaban al techo buscando sentir la vibración de la música por toda la extensión de cuerpos ataviados con ropas atrevidas unas y no tan provocativas otras. Los latidos del corazón se equiparaban en toda su frecuencia a los de aquel jinete del sonido que modelaba las ondas como un escultor a la arcilla, y sumía a la masa en un tumulto que se movía como una célula viva. 

Los grandes focos no se paraban en nadie en concreto, daban su nota de color a esa atmósfera donde los pensamientos mas profundos se ceñían a seguir en pie y bailando, riendo y disfrutando. Los grandes momentos eran brindar con los amigos por los triunfos o por la vida, a veces por el amor. En aquel amor residía la esencia de muchas cosas y dicho amor se daba de muchas formas. Había amores pasajeros, como los de aquel par de hombres que se besaban en una esquina y que se profesaban una pasión ciega algo nublada posteriormente por el alcohol. Existía el amor mas carnal de los seres que se conocen por un tiempo y el reloj de la pasión les impulsa a consumar actos mucho mas cercanos y mas carentes de ropa en los baños de aquel lugar atestado de almas festivas. El gran acontecimiento de la vida se daba por doquier entre aquellas cuatro paredes. 

Entre todas esas personas se encontraba la dama mas bella de todas. Era una belleza morena que para el momento se había decidido a lucir las formas de su cuerpo con ropa realmente sensual. Sus ojos oscuros estaban envueltos entre los láseres y la música la llenaba mas que todos los posibles pretendientes que pudieran reunirse a su alrededor en esa y en el resto de las noches de su vida. El discreto escote permitía apreciar, de poderse lograr fijar la vista, unos senos ni grandes ni pequeños, que podrían ser cubiertos por dos manos hábiles pero bien resguardados de aquellos que desearan hacer tal cosa. El vientre liso, de piel suave y blanquecina pero no pálida o cadavérica se insinuaba y cuando se estiraba mucho un azulado motivo pétreo decoraba su ombligo. El baile era continuo y su sonrisa estaba a la vista de todos los que tuvieran un segundo para respirar y encontrarse de frente con esa exuberante danzarina celestial. 

Todo era diversión. Los problemas del mundo no existían y nada estaba al alcance del mal. Otras tantas mujeres bailaban luciendo cuerpos mas o menos atractivos, pero ella era la estrella de la noche. Al menos así era a ojos de un discreto ser que la observaba sin dejarse distraer por todos los posibles acercamientos de mujeres que pudieran mostrar algún interés en él. Él era una clase de persona de las que no abundaban en aquel espectáculo de poco disimulado vicio. No pestañeaba ni cuando alguna luz le daba en los ojos muy directamente. Solo tenía ojos para ella y para nadie mas. Entonces se produjo un incidente y el caballero, dando un último sorbo a su bebida, se acercó a la escena. 

Un atrevido explorador y curioso de la anatomía femenina había escogido como sujeto de pruebas a la persona equivocada. Al momentos tres grandes montañas movilizaron a toda la gente alrededor hasta poder contener o detener al que había cometido el exceso con la danzarina celestial. Unos ojos de rechazo generalizado fueron clavándose periódicamente ante aquel depravado ser. Los brazos de la dama envolvieron el cuerpo del caballero y este, con una sonrisa amable, bondadosa, impregnada de una sincera y genuíra ternura hacia aquella criatura, por quien daría la vida, se desasió de aquella confortable y perfecta presa. 

-Solo vamos a hablar un momento reina de mis sueños. Tendremos unas palabras y entonces volveré para que bailemos toda la noche.-Dijo con una ternura en la voz, una dulzura extrema que revelaba el temblor en la voz de quien desea gritar o derretirse ante los ojos de la persona que ama. tomó sus manos y las besó con suavidad, sin dejar por un segundo de mirar esos ojos que nunca se cansaría de ver. Aun la preocupación estaba pintada en su perfecto rostro. Adivinó que ella pensaba que había causado una situación incómoda para todos los presentes y que no soportaba sentirse culpable. Antes de que ella expresara nada tomó su rostro y le acaricia la mejilla mientras unía sus labios a los de ella en un beso suave, dulce como la miel. de las manos del hombre surgió una rosa azul que entregó elegantemente a la interpelada. A lo lejos una voz un tanto afeminada decía "ya quisiera yo uno así para mi" y varios caballeros asentían. 

La bendita bondad e inocencia de la dama le hicieron soltar a aquel caballero que la halagaba cada vez que podía, que la aconsejaba y cuidaba y sobretodo que la adoraba con todo su ser. Y aun conociéndola no pudo evitar cierto gesto a sus aliados de batalla, que se llevaron al ser hasta un lugar algo mas apartado. Lo que aconteció nunca se supo pero quien se dirigía a la bella bailarina lo hacía siempre desde el respeto y la humildad cuando el caballero con fama de celoso estaba a su lado. Y cuando no estaba a su lado también. 



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