domingo, 8 de febrero de 2015

El vendedor de sueños.

Era un día de Diciembre y las grandes cortinas que cubrían las ventanas de la mansión ejecutaban su baile fantasmagórico contra las paredes revestidas del mas blanco mármol. Era luna nueva y la oscuridad solo era rota por unos cuantos candelabros puestos ahí y allá, precariamente sostenidos en aldabones de hierro centenario. Cada losa de piedra del suelo contaba la historia de truculentos sucesos, de almas rotas en medio de crueles desamores, traiciones impías y fratricidios demasiado numerosos como para ser contados en varias vidas, como las arrebatadas entre los tabiques de aquel lugar funesto. Por su pasillo, envuelta en sudor y sangre corría una joven. Su cabello revuelto estaba apagado en lo que antes era un brillo dorado y perfecto. Sus vestiduras estaban rasgadas y parte de su lechosa piel se adivinaba entre los rasgones y pruebas de la fatalidad. Los ojos azules estaban desencajados por el terror de aquello que habían contemplado. No había nada mas terrible; contemplar la muerte de cerca, para el inocente, era la ruptura con toda realidad y posible descanso.

Se despertó entonces la dama bañada en gélido sudor, con los ojos impregnados en lágrimas pero vigilando de no emitir sonido alguno que despertara a su amada familia. Sus hermanos estaban junto a ella, respirando profundamente mientras, intranquila, se puso algo mas abrigado tras desasirse del abrazo del pequeño de aquella humilde, unida y honrada familia. Se miró en un espejo, su rostro era realmente bello, algo que no tenía muy en cuenta, a diferencia del resto de jóvenes de su edad, infatigables a la hora de tratar de impresionar a los caballeros que pasaban por esa vasta y encantadora ciudad llena de historia y leyendas. La pesadilla la dejó agitada. Se puso algo de abrigo y salió a tomar el aire, yendo a otra habitación y cerrando la puerta, abriendo la ventana y topándose con una inesperada visita.

Posado con majestuosa indiferencia al mundo, siendo su pata derecha lo mas importante en ese momento, en lo que se hallaba limpiándola con todo cuidado, la Luna le arrancó algún brillo al pelaje del gato posado sobre un pequeño saliente, obra de un defecto de construcción de la casa. Los grandes ojos del felino estaban cerrados, concentrados en su labor de súbita importancia e ignorando a la simple mortal que casi a su lado estaba. Esta lo contemplaba maravillada, sorprendida en parte por no verlo huir. como es natural en todo gato. En su trabajo, teniendo acceso a muchos libros de muchos tipos, los de cuentos eran de sus favoritos. Meterse en mundos fantásticos con ogros bondadosos y caballeros de oscura armadura y corazón, tristes por la pérdida de su amor. Cuentos había de gatos a cientos y casi todos parecían ciertos al ser escritos y leídos por la manos y ojos adecuados.

La dama contemplaba al esmerado cuidador de su pelaje. Era elegante, casi hecho de una sola pieza de un río negro que se hubiera helado y se estuviera derritiendo. Sus orejas se movían de vez en cuando, apreciando cada sonido que le rodeaba. La cola no se movía, fluía en el aire con un movimiento continuo carente de brusquedad en el cambio de trayectoria o de recorrido, como siguiendo una melodía, ya fuera la del viento o la interpretada por los silfos. No pensó que lo volvería hacer después de aquella pesadilla tan terrible, pero la dama sonrió y se sintió tentada de estirar la mano, mas no quería interrumpir la labor sagrada que aquel siervo de la noche y del sabio o la bruja estaba totalmente concentrado en consumar. Los ojos de la dama alternaban entre el cielo nocturno, la plaza a la que daba esa ventana, obviamente vacía por las horas y el gato que, en un ejercicio de originalidad, cambió de pata que limpiar, Su mente comenzó a divagar y con el cúmulo de emociones y preocupaciones de sus labios salió un suspiro.

Es curioso como en todo momento, al pesar del chirriar de la bisagra de la ventana, el viento agitando el cabello de la dama, esparciendo su aroma por todo el área circundante al gato y ella, este no haría reparado en la bella mujer hasta la liberación de ese aire rápido y preocupado, reflejo de miedos y vicisitudes diversas. La dama pudo ver, algo sorprendida, y quizás asustadas que los ojos del gato eran verdes. Este se le quedó mirando y poco a poco los nervios la fueron invadiendo. Eran dos esferas perfectas y amarillas los ojos de aquel gato tranquilo, superior a toda condición humana, dios en miniatura de la muerte, la vida, el misterio y la leyenda, mensajero entre mundos. Curiosamente al pestañear estas cambiaron a un amarillo mas intenso. la dama pensaba que estaba ofuscada pero al siguiente pestañeo eran verdes y entonces el gato saltó dentro de la habitación y salió corriendo por la puerta entreabierta.

La mujer, esa bella dama, echó a correr con toda gracia y elegancia, preocupada por el sueño de sus hermanos, casa adelante tratando de hacer el mínimo ruido posible. El gato entonces se puso en la puerta que daba a la plaza. Este gato era extraño, pues de pronto estaba sentado de espaldas a la puerta, como si la estuviera esperando. La luz apenas llegaba en la entrada de la casa y todo era sombras. Salvo los ojos de aquel gran gato negro, displicente en sus formas y coqueto en sus andares. La mirada fijamente y al reflejo de la lampara de aceite que la bella dama encendió, a esta le pareció ver por un segundo lo que podría interpretarse como una sonrisa demasiado... extraña.

-Gatito, no hagas ruido.-Dijo la mujer mas bella de aquella ciudad.-Mis hermanos duermen y deben descansar pues al madrugar deben alimentarse de comida y conocimientos en la escuela.-Dijo suavemente. Su voz era una caricia al alma. Los grandes ojos azules de ella vieron entonces que algo sonaba fuera y el gato se puso a rascar la puerta, inesperadamente emocionado por salir.

Eran sonidos de muchas cosas. Desde música hasta fuegos artificiales. Todo fue repentino, como llegado de ninguna parte y con destino a ninguna otra. La mujer, esa bella mujer que había cosechado mas suspiros que trigo todos los campos de su ciudad juntos, se aceleró sin casi reparar en el gato de brillantes ojos para saber lo que ocurría, temerosa de no poder impedir que sus hermanos, que toda su familia, que toda la ciudad se despertara. Fue entonces cuando abrió la puerta.

La plaza, momentos antes completamente vacía ahora estaba ocupada por una especie de feria ambulante. Quizás la mas grande de todos los tiempos de aquel lugar. Y la mas colorida y la mas variada. Aunque todo reconcentrado en un solo carromato de gran tamaño delante del cual, a la espera de clientes, se encontraba un solo vendedor. O director de pista, pues vestía como los grandes drigentes de los circos, con todas sus maravillas incluidas. Su sombrero de copa era de dos colores: una mistad negro y la otra blanco. Su traje era de muchos colores, todos en continua y sutil transición de una tonalidad a otra. La bella dama se fue acercando, sorprendida y cada vez mas confusa sobre el hecho de que de la nada surgiera todo ese despliegue de luz y de color. Expuestas a la venta había cientos o miles de cosas. La altura de aquel mostrador era de quizás varias decenas de metros. La encantadora criatura se paró a mirar aquellas maravillas. Y sus ojos entonces repararon en un libro. Su corazón se aceleró.

Ante sus ojos se encontraba uno de los libros mas fabulosos de cuentos de caballeros que nunca jamás habían sido escritos. Hacía siglos que se le había perdido la pista. La idea de poder llevarlo a la biblioteca era algo que no imaginaba. Obviamente, dado su humilde corazón, el reconocimiento de la comunidad le era indiferente. Ella solo quería que los demás niños se pudieran sumergir dentro de aquel mundo maravilloso al que ella solo tenía acceso en una de las pocas páginas que se conservaban, vetadas a los manoseos infantiles mas no a su memoria.

-Ahhhhh la dama tiene un excelente gus...to.-Dijo el vendedor pero cuando la dama dirigió su mirada de ojos azules a aquel hombre espigado y de sonrisa traviesa, misteriosa y quien sabe si velo de a saber que intenciones, este enmudeció por un momento.-Vaya. No me esperaba esto.-Dijo. El gato lo acompañaba montado en su hombro, dejando salir pequeños ronroneos, como cavilaciones milenarias

Entonces sacó aquel extraño individuo un reloj con nueve manecillas, que se movían de una forma extraña, unas daban vueltas completas, luego se paraban e iban en el otro sentido, otras estaban quietas del todo. Solo una permanecía en un movimiento constante aunque demasiado lento para ser los segundos y demasiado rápido para ser los minutos. La dama no había visto algo así en toda su joven vida. Sin duda no había visto muchas cosas en toda su vida. Otro descubrimiento importante era el hecho de que nadie mas hubiera acudido a la gran demostración de artificios y sonido de aquel extraño hombre. Ella estaba sola. Los nervios empezaron a fluir poco a poco por su cuerpo y sus ojos comenzaron a mirar la puerta de su propia casa con ánimo de correr hacia ella por si ocurría algo. No estaba segura de si se trataba de un sueño o quien sabe de que acontecimiento único.

-Hemos llegado en el momento exacto parece ser.-Dijo aquel hombre extraño de sonrisa afilada y algo animalesca. El gato maulló y parece que asintió ante aquel obvio hecho.-Mmmm veamos.-Dijo el hombre que de un salto muy, muy alto se encaramó a una tabla suelta de su puesto y empezó a ver que tenía.-Quizás esto...-Dijo el vendedor mientras aterrizaba limpiamente a escasos centímetros de aquel valioso libro. El corazón casi le da un vuelco a la encantadora mujercita y le provoca un desmayo. En la mano del hombre había una rosa verde, al parecer hecha de una sola pieza a partir de una esmeralda.-Quizás esto le interese a la dam...-pero el hombre en cuestión no pudo terminar pues el gato bufó y casi le da un zarpazo en la cara.-Bueno vale vale....-Dijo. Pero no contento con ello el gato soltó un larguísimo maullido acompañado de un par de bufidos mas.-Se me hace obvio que es lo que quiere.-le dijo este extraño acróbata de las mercancías al gato.-Ya se que la esmeralda le encanta... pero está bien. Se la entregaremos en persona. La pereza a veces me consume. Una fría rosa de esmeralda merece ser portada por las manos frías de la muerte... o por una bella difunda.

Aquel hombre estaba loco. Hablaba con gatos y sobre personas muertas. ¿Quien habría de querer entregar nada tan bello a una persona fallecida? Entonces a la bella damisela de plateada cabellera se le formó uno de los pocos cúmulos de valor que podría reunir en aquella noche cerrada y se atrevió a preguntar

-Disculpe.-Dijo lo mas educadamente posible.-¿Me podría decir el precio de...?

-¿Este bonito vestido?-Dijo sacando de su sombreros un sensual vestido que dejaba poco a la imaginación, de tonos rojizos y rosados. El gato volvió a bufar por el movimiento brusco del hombro sobre el que se hallaba y por su disconformidad sobre el posible regalo.-De acuerdo de acuerdo. Pero seguro que su novio, en caso de tenerlo, me agradecería muchas cosas.-Dijo moviendo las cejas y recreándose en el sonrojo de la deidad plateada hecha mujer.

-No, yo lo que quería era...-Comenzó de nuevo a decir la dulce bibliotecaria.-

-NO  me diga mas, encantadora damisela.-Dijo, haciendo énfasis en ese "No" inicial y sacando de entre sus manos una exorbitante cantidad de dulces que al caer al suelo parecían convertirse en diamantes y luego desparecían. Sacó entonces una gran saca, no sin esfuerzo, de detrás del mostrador, encima del cual salto de nuevo, provocando otro vuelco a su corazón.- veinte kilos de los mas dulces caramelos, gominolas y demás de todo este bello mundo, creadas por artesanos de poblaciones en cuya sangre corre el azu...-Pero el gato volvió a interrumpir.-Oh vaya. No me digas que tu podrías vender mucho mejor que yo. Vale está bien. Pero...- de pronto se interrumpió y los ojos color extraño de aquel hombre, antes verdes y ahora rojos en lenta transición al violeta, miraron la luna.-Mmmmmm...

Miró a la joven entonces mientras la mano de aquel "caballero" tomaba la de la dama. Vio a continuación en su rostro una sonrisa y cuando bajó al vista, algo avergonzada, de su mano pendía un anillo de plata con una rosa como motivo principal. Parecía que la rosa pudiera mover sus pétalos. El vendedor miró la rosa junto a ella, se acerco a este, sopló y los pétalos  en efecto, se movieron.

-Este bonito anillo está creado con los deseos de un hombre de ver feliz a la dueña de sus suspiros. Lo creó una vez un poeta con todos los sentimientos que guardaba por una dama a la que adoraba en secreto. Ella está lejos de...- Y el gato lo volvió a interrumpir con lo que parecía una señal de claro hartazgo.-Tu no dejas que me ponga romántico ni aunque te paguen con una tonelada de esturion.-El gato volvió a maullar con resoluta indiferencia.-Ya y luego cuando estás en su regazo bien contento que estás.-El gato entonces escondió la cabeza detrás del largo cabello del vendedor.-Cobarde...-Se volvió a la dama.-¿Por donde íbamos querida?.-Dijo retirando el anillo de su mano con toda suavidad.

-Yo...quería...-Temió de nuevo una interrupción y sencillamente se quedó mirando el libro.

El vendedor siguió la mirada de la dama y con un "oh, claro. Es obvio" seguido de un asentimiento dio una palmada al culo del gato ante lo que parecía una risotada de burla del propio felino. Tomó el libro entre sus manos. Lo miró y la miró. Seguidamente tomó el reloj y volvió a mirar la luna esta vez con unos ojos azules calco de los de la dama.

-Este libro fue escrito por las manos de un antiguo cuentacuentos que sin duda dejó una huella imborrable en los corazones de muchos niños. Cada una de las historias que se lean en estas páginas ensalzarán el espíritu. Él me lo regaló cuando combatimos codo con codo en una batalla ya olvidada hace muchos años. Demasiados. Me dijo que se lo diera a su pariente de corazón mas puro, que ella sabría cuidarlo. Ningún otro hombre ni mujer, solo quizás los niños, podrás valorar con toda la fuerza del amor por la lectura, lo que en este libro se cuenta. Así pues te hago entrega de tu herencia. Y no dudes sobre su destino pues tienes sus mismos ojos azules-Sonrió ampliamente.-Ah y feliz cumpleaños

Los ojos llenos de lágrimas, producto de la emoción, miraban el libro sin poder creérselo. Fuera locura o no, aquel libro durante tanto tiempo buscado, ahora estaba en sus manos. Corrió hasta donde estaba la biblioteca de aquella gloriosa ciudad, abriendo las puertas bruscamente, ignorando a los vigilantes que se ocupaban de que no robaran nada. Aquel libro sería lo que diera a muchos niños la inspiración para la ciencia, el arte, la literatura, el amor. La poesía. 

Apoyado ahora sobre dos grandes alas opalinas, el vendedor alzó el vuelo hasta donde la Luna le esperaba para dejarlo caer lentamente entre caricias de materno amor sobre una cama con sábanas de satén azul, portando una rosa azul con la que acarició el rostro de aquella que lo inspiraba a seguir respirando. Ella abrió los ojos y mirando aquellos ojos sencillamente susurró el mas dulce:

Feliz cumpleaños Musa de mis versos.


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