domingo, 25 de septiembre de 2011

La justa

La brisa y su silencio eterno eran rotos por los aclamadores aplausos del público que en medio de grandes gritos y de altas entonaciones estaban a punto de saltar literalmente de la grada. Para cada uno de ellos era una emoción mas que saboreada lo que ante ellos se desarrollaba: un espectáculo digno de ser admirado y al que solo unos pocos podían asistir y aun mas pocos eran los que podían participar. El variado pueblo de los alrededores se había concentrado en las partes mas humildes de ese improvisado estadio que estaba rebosando de gente y mas gente ansiosa por ver ese enfrentamiento entre potencias mundiales y nombres conocidos de la nobleza mas arraigada en tiempos que eran remotos o mas aun... antediluvianos cuando sus antepasados gloriosamente alcanzaron el poder y el nivel suficiente como para que los que les sucedieron se pudieran permitir el lujo de tales privilegios. Cada caballero venía desde muy lejos y las heráldicas lucían en todo lo alto a la par que tales estandartes eran sostenidos por pajes o siervos traídos de las tierras de procedencia de esos caballeros gallardos y valientes, unos fieles seguidores de la patria que venían en nombre de reyes y reinas y otros que sencillamente buscaban hacerse un nombre entre esos grandes justadores que tenían el cuerpo lleno de cicatrices y de duros recuerdos. Los vivos colores de las casas y de las provincias estaban a la luz de un sol de justicia en ese día tan caluroso y los caballeros que asistían como participantes en ese mismo momento no eran la envidia de sus compañeros que observaban en las gradas, sentados en cojines mientras una dama les hacía cálida compañía. 


Ahí estaban los alemanes, con sus fuertes brazos y capaces de dar un golpe de lanza que podría sacar de su silla a una estatua de algún general montando su caballo. En sus ojos e veía la decisión de ir a por todas, de poder poner en lo mas alto a los lobos y a los halcones que teñían por doquier sobre campo de gules o de azur los colores de sus casas. la potencia de sus cargas era por todas conocida y cualquier general que se pudiera permitir mezclarlos con los prusianos tenía una carga efectiva asegurada  que penetraría hasta los mas hondo del corazón del enemigo en una temerosa oleada de acero, caballos y madera de lanza de cuatro metros y medio de largo. Mas de un caballero se derrumbaba de la silla ante las fuertes palabras que a veces gritaban estos ´´bárbaros´´ de las tierras del este. En la fuerza radicaba el honor y en el honor poco creían a veces estos seres casi de otro mundo. 


Estaban los ingleses, que con sus costumbres y sus linajes antiquísimos estaban dispuestos a ensalzar el nombre de sus parientes y de sus casas así como apellidos allá a donde quieran que el destino les encomendara. Los ingleses tenían un estilo equilibrado, bastante similar al estilo de los alemanes pero con la técnica mas que depurada debido a la gran dedicación que ponían en las cuadras de sus grandes castillos en las que dedican gran parte del tiempo a cargar contra sacos de arena o contra muñecos prefabricados con el objetivo de imitar al rival a batir. El golpe de los ingleses era preciso como el de la puntería de sus arqueros en la batalla de Angincourt. De sus caballos no se puede destacar la resistencia pero si la velocidad y en las armaduras de estos caballeros se imponía una ligereza harmonizada con la resistencia mas lograda en las forjas de Londres, Yorkshire y otros condados, ciudades, pueblos y fortalezas. 


Vinieron los franceses, con su pompa y elegancia, con la bravuconería propia de algún que otro mosquetero de nombre Porthos. En sus mentes estaba la victoria elegantes, la victoria limpia de trampas y de todo tipo de malentendidos entre los que justaban por esas tierras, en aquel estadio. Las armaduras ligeras estaban decoradas con las enseñas de pájaros, símbolo d e inspiración y de la libertad de las artes. Sus caballos cuidados al detalle eran un ejemplo de buena crianza y de decoro en la carrera. El golpe del francés es algo mas blando pero también es verdad que acusan los golpes enemigos mucho mas firmemente que los demás países anteriormente descritos. Mantienen la mente a veces en otros lados como puede ser el escotado vestido de la condesa pero bueno no existe el perfecto caballero. 


Otros tantos países mas estaban presentes. Los carimáticos italianos, los fríos finlandeses y noruegos así como los adustos montañeros del Dimmu Borgir, en Islandia. Y no olvidemos a los condes, duques, reyes, reinas, duquesas, condensas, marquesas y marqueses. Y los aldeanos, los niños que miraban embelesados como sus héroes eran descabalgados o descabalgaban a los rivales. En ellos había una mirada de ilusión que sencillamente no se podía comparara nada visto en cualquier cuento que les hallan contado los padres y cuidadores en toda la vida, pues el espectáculo de la liza es único y en el reside la belleza de la poesía. 

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