sábado, 26 de noviembre de 2011

Placer y dolor.

Las muñecas atrapadas le hacían estremecerse por la idea de esa imposibilidad de poder devolver cada estímulo que sus labios le regalaban a lo largo de su cuerpo , paseándose por su vientre y refugiándose en su cuello besando este de forma suave y dulce antes de morder esa piel tan delicada. Los suspiros de la sierva estaban declarando ese placer que empezaba a acumularse en su cuerpo y el amo tenía las ansias mas que notables de poderla hacer suya, pero ese juego era algo que gustaba de disfrutar para torturar la mente de su esclava. La piel morena y acariciada por la luz de la hoguera estaba estremecida, erizada para poder unirse mas fervientemente a los labios de ese señor de su piel que tenía la idea de poderla torturar de forma lenta y descarada. Los labios se curvaban en una lasciva sonrisa cuando esos labios obscenos y descarados bajaban mucho mas allá de ese delicado aviso que era el ombligo, esa señal hueca de que pronto se encontrarían los labios un centro de poder, complejo e hidratado en placer. Los dedos lentamente se deslizaban por los laterales del cuerpo de su sierva, el señor estaba mas que encantado de como se ofrecía esa criatura de redondeadas formas sus juegos, a sus vicios mas íntimos y oscuros. Una lengua lasciva se hunde en la entrada de ese monte sagrado donde el incienso es quemado por el placer mas carnal a la par que una daga hace notar su frío filo en el vientre de la mujer encarcelada por tiras de la mas fina delicada pero resistente seda. 


Un jadeo y seguidamente un gemido son aviso de que su cuerpo reacciona favorablemente y el placer alimento a los deseos de la criatura libre que poco a poco hace sentir su lengua, esa serpiente de fuego hundirse en un infierno que abrió sus puertas a los deseas del amo hace ya mucho tiempo. Una lengua, unos labios formando un sello en el que el placer desfila preso de los deseos. la hoja empieza su trabajo y poco a poco la punta empieza a formar pequeños trazos en la piel de su vientre liso y apetecible. Los gemidos eran la melodía de esa noche fría que calentaba los cuerpos de los amantes entregados a los vicios del placer una y del dolor el otro. Poco a poco el filo, con sutil cadencia y tortuoso dolor para la dama de piel morena y cabello oscuro fue trazando las primeras letras. Unas pequeñas lagrimas recorrían las mejillas de la esclava y el amo de su cuerpo, el dueño de su voluntad poco a poco fue tranquilizando el placer y el dolor para poderse acercar a sus labios y besarlos lentamente, sin prestar atención a su vientre, que empezaba a emanar en sangre de forma sutil, delicada pero notoria. Las palabras salían de sus labios estrellándose contra esos labios suaves y delicados, que se rompían al mínimo mordisco. Sus ojos reflejaban dolor y ansias de mas, de que siguiera el amo devorando su intimidad, que descaradamente rompiera todas las barreras del pudor y la vergüenza. Un movimiento de caderas, el vientre que se eleva y la daga que se clava mas provocando una corriente de dolor que la hace gemir de doloroso placer y de placer para su amo. La seda cumpliendo su papel logra sostener las muñecas de su sierva, que se entrega a el con total sumisión. Una sonrisa débil se perfila en los labios de la lasciva esclava que inspira las mas salvajes fantasías. 


Los labios lentamente se posan en los de ella mientras la daga retorciéndose lentamente arranca un grito de dolor que llena de placer los sentidos del amo de ese castillo oscuro como su alma. Sus sentimiento eran tan confusos que, llenos de dudas sobre ideas y sobre el origen de esas fantasías llenas de dolor y placeres entremezclados en miles de acciones conjuntas donde las cuerdas, los gemidos y los jadeos pero especialmente ese delicioso afrodisíaco (el dolor) tenían un papel fundamental para que en las noches, cuando nadie acompañaba a su persona, su cuerpo se removiera y reaccionara de la forma mas básica del mundo. En su mente se dibujaban planes y miles de dibujos, poemas y sentimientos que poder plasmar de forma sutil pero brutal en la piel de su fiel sierva. Un tierno beso se posa en los labios y plenamente los labios descienden de nuevo por el cuerpo y se posan en al sangrante herida. Un arqueamiento, pero esta vez la daga no se clava, se apartó hace un rato para poder dejar paso a los besos sanguinolentos. Esa lengua, esa columna de fuego carnal lentamente se pasea por la herida mientras sus manos con delicadeza tratan de forma suave el resto de su cuerpo. 


El amo se decide a un ataque mas fuerte y poco a poco empieza a hundirse en ese paraíso de placer, los gemidos se siguen unos a otros de forma lenta y delicada, las palabras de ternura y sumisión se repiten una y otra vez. La sangre se mezclan con la saliva y los fluidos poco a poco se fusionan en un néctar de placeres que cualquier humano querría probar. Y no, no hay humanos en esa estancia, Una diosa del placer, salvaje, instintiva y en ese momento entregada a su amo, se rinde a un dios de la guerra, sediento de dolor ajeno, lleno de ansias por culminar un encuentro cíclico, que nunca tendrá fin por la intensidad del deseo, una fuerza que se recrea una y otra vez en los cuerpos, que se hace crecer a si misma para devorar las almas en medio de estertores de placer, de muerte y de dolor, de una entrega lenta y lujuriosa, rápida y dócil, contradictorio en su ,máxima expresión al crear ese vástago del placer y el dolor. Las naturalezas poco a poco van tomando control de los cuerpo, los instintos se disparan y la consciencia desaparece, el placer se acumula en forma de presión que se libera en una explosión hiriente para los oídos y divina para el espíritu. La muerte esa noche no ha venido pero el dolor la agonía y el placer se abrazan los unos a los otros para darse calor, al igual que ese amo y esa esclava, que ese hermano y esa hermana, que ese diosa y esa diosa, que ese soldado y esa doncella, que la bestia y la víctima, el ángel y la protegida, la pantera y el lobo, la sed y el hambre. 


En esa noche fría, liberada de sus ataduras, la diosa besó al dios de forma suave y delicada deseándole dulces sueños antes de arroparse ambos y dormirse hasta el milenio siguiente. 

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