lunes, 18 de junio de 2012

Cuatro elementos

Esa noche siempre espléndida por su presencia lo era mas por un motivo muy especial. Su elegante persona estaba radiante, vestida con aquellas ropas que la hacían embellecer mas de lo que ya estaba, algo realmente imposible de concebir cuando se trata de mirar aquellos ojos. Sus labios estaban ligeramente curvados en esa pequeña sonrisa que lo enloquecía y por la que había luchado durante tanto tiempo hasta lograr verla y a la vez sin habérselo propuesto. Las estrellas brillaban en lo alto y las pequeñas luces flotantes se movían a su alrededor. No eran luciérnagas, sencillamente eran motas de magia luminosa que flotaban a su alrededor haciendo de esa noche aun una experiencia mucho mas bella. Sus labios estaban perfectos al igual que la bella sintonía de emociones que hacía con su mirada, que también sonreía. Él no pudo por menos que suspirar y alargar una mano a su rostro, repasando con un solitario dedo la linea de su suave mandíbula que no era ni ausente ni muy pronunciada. A ese camino se unieron unos cuantos dedos mas que se dedicaron a repasar y apreciar la suavidad de la piel en sus mejillas. Las miradas no se separaban en momento alguno.


Acercó su rostro al de ella y las sonrisas se volvieron algo nerviosas pero la prisa no era buena consejera por lo que sencillamente se quedaron así, mirándose mas de cerca y él tratando de asimilar ese bello y perfecto momento en el que con una de sus manos comenzó a propiciar caricias a aquella figura que tan sedcutora encontraba en sus momentos y en su quietud. poco a poco deslizó los dedos por su vientre en una subida constante y lenta, pasando por entre sus senos, como una caricia larga y lenta que trata de apreciar en esa pincelada toda la belleza y la suavidad d su piel. Sus dedos estaban vibrantes de emoción por querer hacer muchas otras cosas pero las ansias fueron reprimidas, no tenía que precipitarse, mirarla era ya todo un regalo de los dioses o de un solo dios, eso nunca lo sabría ni le daría excesiva importancia. Una profunda respiración culminó sobre aquellos labios ni finos ni gruesos pero de una suave y delicada textura en un suspiro de placer anticipado. Los dedos llegaron al cuello y suavemente pasearon de nuevo por la mandíbula y la mejilla con extrema delicadeza. A su forma de verla a ella, a aquel ser lleno de oscuridad le resultaba doloroso la idea de cuasarle daño con solo pensar con excesiva presión sobre su piel, como su de un solo roce de sus dedos se pudiera partir ese bello lienzo que se repartía a lo largo de todo su cuerpo. Los dedos de ella se posaron sobre su mano, cubriendo con una exquisita calidez aquel pincel frío y pálido que estaba en su rostro. Suavemente los dedos guiaron a esa mano de forma lenta a través de un viaje por el resto de su cuerpo.


Se conocían lo suficiente como para saber que puntos tocar o dejarse tocar. Ella lo guió a lo largo de su cuerpo tornando esa mirada tierna en unos ojos depredadores, penetrantes y terriblemente seductores que atraparon toda su atención, que lo pusieron nervios, en el papel de la presa que sucumbe ante el puma. La punta de su lengua se acercó decidida y repasó una de sus comisuras dando a continuación y tras una sonrisa una serie de siete besos lentos y muy suaves. Un suspiro, primer tanto a favor de aquella exquisita criatura, salió de los labios de aquel caballero que temía como nadie caer en desgracia pero olvidaba todo cuando se encontraba en su presencia, tranquilo o quizás excitado, alegre o pensativo, pero bien a fin de cuentas. Ella sonrió radiante, deslumbrando los ojos de aquella que era su mas clara señal de bien, estandarte de al cordura aun a pesar de los malos momentos. La mirada no cesaba de taladrar sus ojos con muchas pretensiones y los dedos guiaron aquella mano sobre su corazón, el cual se encontraba acelerado, algo mutuo entre ambos cada vez que las distancias eran mas y mas cortas. Un suave roce dado con curiosidad y divertimento supuso un primer beso de esa bella noche que los contemplaba con el brillo de las estrellas como un millar de ojos y las rosas azules creciendo a su alrededor a medida que aumentaban las sensaciones. Un segundo roce, algo mas notorio se hizo sentir en los labios de ambos, que se habían lanzado al ataque para saborear el aliento, el perfume interior que sale de entre aquellos labios tan deseados. Se llevaron los oídos el susurro de un nombre dicho contra esos labios tan tiernos y de sabor tan dulce.


Los ojos no se separaban los unos de los otros mientras poco a poco ella tomaba por un momento el control de esa mano y la guiaba a su corazón, dejando que se deleitara con los latidos de este. En su pretensión de que bajara los blancos dedos remolonearon pues aquel sencillo sonido era el mas maravilloso que se pudiera sentir en el oído o bajo los dedos, aquella piel subiendo y bajando constantemente sería algo de lo que nunca se cansaría, como aquellos ojos que tornaban la seducción en ternura al denotar como los ojos de aquel exiguo protector estaban ahora enternecidos por aquel sentimiento que le rodeaba cada vez que tales sonidos, esas notas perfectas y constantes se hacían mas y mas rápidas en su ejecución. Con sutileza, la piel morena condujo a la piel blanca a un lateral de su perfecto cuerpo, dejando sentir la textura de tan suaves y mullidas colinas en las que cualquier guerrero exhausto estaría encantado de poyar su cabeza para reposar por una eternidad. Aquel acto, aquella cata de manjares mediante un tacto que trataba de demostrar toda la seguridad del amante experimentado fue aderezado con un profundo beso que no dejó lugar a dudas de todo aquello que se acumulaba en lo profundo del mismo ser. Las lenguas, blandas y cálidas, en lo mas absoluto tensas por la situación se encontraron y con delicadeza comenzaron a reconocerse como iguales, a bailar una lenta danza que también tenía por participantes a los labios unidos en un sello sagrado de entrega y generosas acumulaciones de un placer incipiente.


Las pieles se rozaron un instante en toda la extensión de sus cuerpo. Las sábanas cubrían parte de los cuerpo en tanto que estaban a la vista aquellas bocas que lentamente se movían. Los ojos esta vez cerrados se entregaban al placer. Aquel viaje por el cuerpo de ella se reanudó de nuevo cuando en su recorrido aquella lenta, solitaria caricia ascendente se volvía descendente en compañía de esa delicada mano que tanto gustaba de besar en sus dedos cuando se veían a los ojos, cuando se tenían no tan cerca como en esa ocasión. A su memoria acudía el olor de su piel, la suavidad y el erizamiento que experimentaba cuando su nariz y labios aspiraban y saboreaban aquel delicioso manjar que no debía desprenderse del cuerpo, algo difícil de contener cuando se tiene el sabor de la sangre y la carne constantemente en los labios. Se sentía preso de sus ojos cuando los veía, de su aroma cuando lo olía, de su piel cuando la tocaba, de su mente cuando la pensaba o la imaginaba a su lado en las noches de soledad, incapaz de consumar otros actos que no fueran el de sonreír y soñar despierto, alzando la mano al aire y acariciando una imaginaria faz que tuviera sus perfectos rasgos. Pero ahí estaba, sintiendo el baile de los alientos, de las bocas que se separaban para tomar aire y volver de nuevo a la acción de aquellos movimientos mágicos sin cesar de mostrarse el cuerpo a través de esa caricia guiada por la sutileza de ella.


Un rápido movimiento y entre risas y miradas intensas ella lo miraba desde su posición dominante, hostigándolo con deseo y movimientos de cadera que no eran suplicantes, que no eran llamados urgentes al placer, solamente eran movimientos en los que se reflejaba el disfrute de aquellos dos seres que cruzaban sus caminos. Los pequeños movimientos, suaves y lentos hacían crecer mas y mas las ansias de consumarse en aquella danza apasionada. Ella tomó sus manos y suavemente las paseaba por su cuerpo, saltando oportunamente las zonas que mas demandaban el sentido del tacto de él. Un suave suspiro salió de sus pálidos y delgado s dedos y una sonrisa los colmó finalmente cuando sintió libertad y recorrió su cuerpo lentamente, acariciando cada detalle con una ternura que se aseguraría de que no sintiera con nadie mas, pues la adoraba en lo mas profundo, esas caricias eran prueba de ello, cada pincelada era una súplica de que se quedara solo un poco mas, algo que él nunca había hecho con nadie. Suplicar era de tontos y débiles pero sin las palabras siempre era mucho mas directo, mas sincero y tierno. Las miradas no se separaban y los movimientos de cadera no cesaban hasta que suavemente, aun en ese baile circular de su cuerpo, ella se inclinó y regaló un suave suspiro a los labios de su amante, que poco a poco se fueron uniendo en un profundo beso que desencadenó otro giro.


En los rincones mas secretos, las suaves caricias habían despertado ambos cuerpos, ambas almas que ahora se manifestaban en sus formas mas ancestrales como así había sido desde hacia tantos miles de años. Se encontraron las miradas y compartieron el inicio mas suave de ese momento íntimo comprendiendo cuanto les rodeaba y al mismo tiempo ignorando todo aquello que no fuera estrictamente relacionado con los ojos que tenían delante. Un suave movimiento y un suspiro, la intensidad de las miradas aumentadas por las sensaciones que ambos experimentaban. Otro pequeño paso de baile en esa pista rectangular que ni con toda extensión que se le pudiera dar alcanzaría a contener las pasiones desatadas en medio de sutiles movimientos, de caricias que no eran presurosas por el hecho de mantener encendida la llama de una pasión creciente que en ningún momento llegaba a quemar, a hacer perder el control o tal vez sí pero de una forma tan maravillosa que por nada del mundo se querría convertir esa bella celebración en algo mundano. Otra nueva nota se clavó en las mentes de ambos, dejando una huella indeleble en su vida. Y esa caricia sonora era acompañada de caricias de manos y labios que se paseaban libremente por la piel, prodigándose sensaciones prohibidas que trascendían la belleza de cualquier verso hecho nombre o canción.


Era todo un mundo el que ahí nacía en cada gesto, en cada tributo de placer y ese algo mas indescriptible. El lecho era el sustento menos importante y la tierra que sostenía la cordura del caballero era todo aquello de lo que se componía su compañera nocturna. Se sentía en perfecto equilibrio con el mundo En aquel cuerpo donde se hacían crecer las mas bellas sensaciones, donde los ríos buscaban un sendero seguro en forma de pequeñas pinceladas y las lluvias de besos lentos y suaves dejaban su flor con pétalos de sensación en la piel. Aquellos cuerpos eran arados para dejar una buena siembra, como en toda buena tierra, de frutos que saldrían a flor de piel con aspecto de suaves suspiros a través de los labios hechos desde un primer momento para besar, suspirar, susurrar y seducir. La cordura de aquel caballero, toda la razón de su mente se había reducido a dejar cada una de esas pinceladas siendo verso, a saborear la esencia de aquel cuello en forma de besos lentos. 


El aire ya no era mas que el de los alientos danzando en el aire cuando las bocas se encontraban y se devoraban con toda la avidez del mundo, como si respirar fuera una nueva y adictiva sensación entre los lentos y fluidos movimientos de los cuerpo. En sus bocas se intercambiaban aquellas esencias que ardían por salir presurosas. Los suspiros y susurros estaban presentes en cada paso de aquel baile ya mencionado que lentamente se tornaba mas rápido y enloquecido pero al mismo tiempo mas emocionante, mas único, mas sincero y expresivo desde lo profundo del corazón. No había una sola brisa que pudiera pasar entre los cuerpos de tan juntos que estaban y se sentía realmente bien que en cada roce una llamarada se desprendiera de aquellas entidades que se encontraban tras tanto tiempo. A las caricias de los labios seguía el aire del aliento que erizaba la piel y levantaba las sensaciones, ablandaba la resistencia y permitía la liberación de suaves notas de placer. El aire cálido los rodeaba, un aroma se desprendía de las pieles que se rendían a las sensaciones, a las caricias, tiernas demostraciones y suaves tributos en forma de aliento.


El  fuego se tornaba un elemento mas de todo aquello, que se repartía por igual en ambos cuerpos. Cada  lento paso de baile en aquellos dos elementos era una chispa que no parecía tener intención de apagarse, que se acumulaba a un excitante montón de llamas las cuales iban devorando lentamente el tiempo, lo consumían todo y a su vez lo hacían deliciosamente eterno. Aquel ser sentía sus alas arder ante ese cuerpo que estaba debajo de él. Las formas de su ardiente amante, una criatura que ahora desprendía ese mismo fuego por la mirada cuando pudo ver, de casualidad, aquellos ojos llenos de un poder inconmensurable. Se sintió inferior, pequeño pero al mismo tiempo fuerte y resistente al ser él causante de todas las emociones que reflejaba en su mirada de fuego aquella bella dama que había trascendido mas allá de su humanidad. Ahora no era una sencilla dama era un ser de fuego, de la tierra ardiente con piel morena de la que procedía. Ambos sonrieron al verse en aquella situación, en aquella igualdad de condiciones en la que los sudores, los suspiros eran ríos de azufre y alientos de fuego en la piel del otro. Eran dos dragones bailando una danza que se eternizaría hasta quedarse ambos satisfechos, desprendiendo las llamaradas de sus latidos acelerados hasta la saciedad absoluta. 


Y ambos fluían en perfecta sintonía como un sonido líquido que se iba desparramando por los sentidos, Un nuevo giro y esta vez ella estaba encima de él, mirándolo con sus grandes ojos oscuros, que lo hacían estremecer unas veces. Los labios fueron a desparramar su río de  fuego contra su corazón como una tierna daga ígnea que se clava en el pecho de la bestia a la que derrotar. Aquel líquido desprendido de la boca dejó un rastro frío en su piel morena y ascendíó hasta los labios que fueron besados tras incorporarse para luchar lentamente entre movimientos de cadera y suspiros de placer. Los ríos eran definidos con caricias en su espalda, en las espaldas de ambos se sentían la presión de los dedos, las caricias entregadas y el sentimiento de alunas uñas que apasionadas querían marcar su propiedad. Una mano en la baja espalda y otra en la nuca, acercándola mas a su boca, deseando mas de su fuego, de ese lugar que ella le ofrecía entre movimientos sensuales y ondeantes de cadera. Ellos bailaban como el agua en los remolinos, como el viento entre las hojas, como el lodo en las pendientes y la lava en los volcanes. Se mezclaban en todo, cuerpo, alma, esencia, raza, sangre, emociones, todo se mezclaba para formar algo infinitamente mas bello. Se desprendían las notas y seguía aquella danza acumulando una explosión final que los alcanzó con gran acierto y oportunidad. 


Las miradas se desviaron cuando se produjo aquel punto final, esa última nota que era símbolo de unión, de el final de una etapa y el comienzo de otra. Ambos miraron al cielo que les regalaba a una Luna completamente sonrojada y lentamente se volvieron a cruzar las bellas estrellas de ella y los ojos humildes y ansiosos de él. Se miraron mientras poco a poco los labios se rozaban de nuevo y se besaban en aquel tierno gesto, en aquellos pequeños detalles en forma de caricias, de confesiones, de lentos tributos. Unos cuantos movimientos, un par de estremecimientos. No había nada mas bello que aquellas noches a su lado. Extenuados y en la cama se miraron largo rato, abrazados los cuerpos y las almas en aquella bella noche. Él desconocía que pensaría ella pero no podía por menos que desear mucho mas de lo que había probado. Se sintió en equilibrio con aquel bello mundo que tenía delante. deslizó con delicadeza sus dedos por aquella suave mejilla y se unieron los labios en un tierno beso, apenas una caricia tímida, un precioso contrapunto a toda la acción experimentada. Permanecieron abrazados hasta dormirse al amparo de las estrellas y la noche ...


...tras haberse dicho con el cuerpo todo aquello en donde las palabras no eran suficiente. 



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