lunes, 17 de enero de 2011

Veo lo nuevo

Vio sus ojos un instante, un solo instante en donde por mucho que trató de olvidar tuvo una vida entera en su mente. Y se enamoró perdidamente y él no cesó de buscar hasta encontrar. Usó sus patas para llevar a cabo una búsqueda a lo largo de los bosques y sus alas para ir a atravesando mil cielos que le dieran la pista de esa criatura que atrapó su corazón desde su llegada a la tierra. Creó mil vínculos con mil especies a través de las cuales se comunicó entablo miles de amistades. Fue a los maestros de la alquimia que le enseñaron a transmutar miles y cientos de miles de reces de una magia extraña que a muchos hasta miedo les daba tocar un simple matraz o un alambique. 

Fue a la profundidad de los océanos donde mil criaturas lo ayudaron y otras miles mas le atacaron tratándolo de traidor, de ser alguien que venia del cielo, alguien que no tenía la honra de servir al mar. Luchó contra todas esas criatura. las despojó incluso de sus vidas aunque el mar pudo bien ocultar sus lágrimas cuando ese arma cercenaba un cuerpo y segaba una vida de animal. No mostraba la misma piedad con los hombres, ni la misma pena, pues siempre los vio hacer todo tipo de crueldades a esos que él solo mataba para comer y defenderse y que los hombres mataban por gusto, placer o dinero. Les dio mil muertes crueles, libró mil guerras contra estos bajo mil aspectos y llegó incluso a llevar guerras a lo largo del mundo. 

En su vuelo por el cielo, en su carrera por la tierra, en su nado por el océano, un buen día se quedó quieto durante minutos, horas, días, meses y llegaron así los años. La naturaleza los había consumido para convertirlo en un ente y por tanto no podía ya tener alas ni pies ni patas ni aletas, nada podía ya tener. la pasión por buscarla desapareció. 

-¿que haces aquí?- pregunto de pronto una voz que le dio que pensar y sin saber porque le hizo enfocar en su entérica mente dos ojos que hacía miles de años había visto. Unos ojos dulces, tiernos, amables, brillantes, brillantísimos, que ninguna estrella podría superar nunca, ni siquiera ese sol al que directamente había mirado sin cegarse pues el fue ciego y no vio luz hasta que los ojos aparecieron de nuevo en su campo de percepción. Giró sus ramas y ahí estaba ella con sus bellos ojos, brillantísimos, Las hojas de sus ramas cayeron y la corteza se desprendió. Su vieja gloria de ángel, de loco, de lobo, de caballero, de todo lo que el quisiera, volvió y la abrazó para no separarse nunca mas del amor de su vida

Únicamente dijo en su oído:

-Te estaba buscando 

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