jueves, 29 de marzo de 2012

Carta sorpresa





Las primera luces del amanecer entraban por la ventana vivamente, despertando por necesidad y obligación a todo cuando ser se encontrara en la estancia. Una bella cascada de cabello negro se desparramaba por la almohada de un lecho de sábanas de la mas alta factura, dignas de ser las que cubrieran aquel cuerpo que tanto deseo despertaba entre los caballeros de las mas altas cortes. Su rostro era un remanso de paz en el que se adivinaba una tranquila noche de descanso. La luna ya desaparecía por el otro lado de una verde colina llena de fresca hierba en el que unas cuantas ovejas pastaban tranquilamente. Los rayos de aquel sol redoblaron su esfuerzos y la dama finalmente se levantó. Aquella mujer, ejemplo de tantos admirables halagos y creación máxima de las artes escultóricas de algún dios olvidados se estiró de forma ostentosamente sonora. Algo digno de admirar también. Miró a todos lados para asegurarse de estar en el lugar correcto y reparó en que un sobre de papel estaba posado en la mesita de noche de caras maderas de ébano. Con curiosidad en el rostro la bella dama abrió el sobre lacrado con un sello en forma de dos alas. Era una carta que decía, con palabras humildes sacadas de un corazón humilde y acompañadas de una rosa azul lo siguiente:


Adorada Doncella Divina:


El resplandeciente amanecer guía las decisiones de mi camino, ahí donde el sol habita el ilumina es a donde me dirijo pues aquella luz, esa señal de Dios, es aquello que yo veía en tu mirada antes de mi partida. La esencia y el frescor del rocío en la mañana es un calco de la esencia que desprende tu piel, vivificante perfume natural. La caricia de la brisa es la de tus manos cuando cálidamente en las noches nos dedicamos el uno al otro. Cada hoja que cae de los árboles es un segundo menos que tardaré en verte y cada paso acorta el camino hasta nuestro reencuentro. Tu luminosa sonrisa es la caricia de los rayos del sol a lo largo del día. Tu ternura es la seda de una capa que me da sustento y alas para volar rápido y veloz hasta donde sea que te encuentres, así sea el cielo o el infierno, un palacio o una madriguera de osos. Al fin, en el reencuentro soñado, podremos mirarnos a los ojos y entregarnos a un momento eterno en el que sentir al fin tu presencia, tu alma rebosando esa felicidad que tanto alegra a mi espíritu, mi ansiedad de escuchar tu voz, reflejada cuando estoy lejos de ti en el susurro del viento entre las hojas de aquellos árboles, fuertes y sabios, ejército de Gaia que siempre  te protegerán cada vez que tu presencia asegure mas luz para cada planta, que crecerá bajo el manto de tu sonrisa, fuente fresca de blanco resplandor incluso en la mas oscura existencia.


Tu eres la eterna verdad que subyace en cada palabra que acabas de leer. 


Y a ello le acompañaba un improvisado poema:


Cálida eres, Rosa Morena
rebosante de tierna esencia
carente de maladad
pobre de soledad
siervo tuyo soy, en la noche
en la noche baldía
de ese tiempo infinito,reclamo
y posesión de la eternidad
cálida caricia en la infinidad
Mares embravecidos
bálsamo apasionado
de aquel beso dado
Pulcritud de la naturaleza
Moreno amanecer de
un día negro, que convertido
en luz me da en un gesto suyo
lo que mas quiero


No hay comentarios:

Publicar un comentario