martes, 27 de marzo de 2012

La carta inacabada



La pluma viajaba a toda velocidad por el papel y un sonido producto de la angustia existencial por su horrible letra surgió de lo mas profundo de su garganta, como un extraño quejido que pretendió en todo momento ser de máxima discreción para no levantar sonidos que alteraran la quietud de aquel lugar. Los ojos iluminados del escritor se posaron en las estrellas, que brillaban por encima de sus cabezas, la de él y la de su acompañante. La noche era cálida pero no sofocante y algunas hojas de cerezo caían sobre ambos llenándolos de pequeñas pintas rosadas. Aquella bella acompañante no se podría desprender de su cuerpo, pues un apéndice volador la tenía firmemente sujeta contra su cuerpo además del propio abrazo que esa criatura de otro mundo le estaba propiciando. Ese hombre afortunado podía sentir la respiración en el subir y bajar de ese pecho firme y de buen tamaño que encendía su deseo además de miles de sensaciones y deseos mas, anhelos que llegarían con el tiempo. Su aliento era cálido y se desparramaba por su pecho haciéndolo estremecer. Pero aquel hombre trató de enfocarse en los que estaba escribiendo. Era una carta que estaba siendo escrita con una sonrisa pero a la vez un nada apreciable gesto de concentración. La carta decía así:

Bella Doncella Divina:


En este momento descansas casi encima de mi pecho y no puedo albergar una emoción mayor combinada con el mas profundo deseo de contemplarte. Duermes apaciblemente y me encanta  sentir como respiras tranquila y te metes en un mundo de sueños en el que con seguridad has de encontrarte muy a gusto pues yo los protejo desde las lineas que te estoy dedicando en este preciso momento. El dulce aroma de tu piel asciende por el aire y llena mi nariz, escanciando la mas dulce de las esencias en mi alma y haciéndome sentir que puedo con el mundo entero, que nada me puede derribar en un vuelo rápido hacia alguna batalla o lento en medio de un baile entre las estrellas contigo. Y no te preocupes, no partiré a ninguna batalla teniéndote a mi lado, pues de tu lado no me quiero marchar. Aportas demasiadas cosas buenas para dejarte partir o para abandonarte y que despiertes sola y desamparada. Es algo que nunca me perdonaría, ver como de tu rostro surge una cara de desconcierto, confusión y decepción. Pero mis pensamientos no se centran solo en eso. Se centran en muchas cosas mas, algunas muy banales como lo bella que está la luna cuando se refleja en tu rostro o las sabias historias que me pueden contar hasta una brizna de hierba. Y veo a través de unos ojos alegres lo que me muestras con tu presencia cada día.


Con tu presencia puedo ver lo bueno de la vida, como si me trajeras lo mejor de la vida, como esta tiene siempre una salida que no tiene que ser fácil para que sea llevada a cabo. Me has enseñado a ver todo aquello que me corrompe y me hace estallar en ira cada vez que algo me sale mal o la frustración se adueña de mi aportando calma y solución a mis problemas. Me das una calma profunda pero que no adormece, constante pero no demasiado insistente en la que puedo reposar la mente y el cuerpo cuando tus sabios consejos se hacen presentes en mi vida. Tienes la decisión y determinación de alguien que ha logrado siempre sus objetivos y que logrará otros tantos según avance esta y otras bellas historias. Con esa humilde pero a la vez elegante y divina presencia siento que tengo acceso a una de las personas mas bellas que se puedan conocer en este mundo habitado por monstruos tanto propios como extraños. Me has iluminado el camino a través de innumerables peligros en los que pude haber caído realmente bajo pero me has contenido, pues eres la calma en la tormenta, la paz entre las guerras, eres lo que hay detrás de una honda, núcleo de la realidad que me lleva a mundos de fantasía en los que siempre me siento a salvo pero no apartado ni marginado.


Estas lineas pretenden hacerte ver la visión que tengo de ti. De lo buena persona que eres, de todo el bien que me haces a mi y a los que te rodean, que son muchos y casi todos con intenciones de algo mas que de ser amigos pero que te respetan pues te valoran demasiado como para cometer el error que los aparte de tu vida. Me siento bien cuando estoy a tu lado y cuando veo esa sonrisa que es un faro, guía de todo aquello que me llena de felicidad para que entre bien profundo en mi ser, desterrando las tinieblas de mi alma a lo mas profundo del olvido. Puedes con un sencillo gesto hacerme encumbrar en lo mas alto y de seguro también derribarme hasta los mismos infiernos pero se que eso no lo harás pues no pretendo mal alguno hacia ti ni aquellos que quieres. Envidio tu fuerza en la que te apoyas cada día para superar muchos desafíos que te tratan de hacer caer pero ahí estaré yo para que mis alas te protejan, te den el sustento que necesites cuando tu resistencia sea insuficiente, porque siempre voy a estar ahí, a tu lado. Cuando otros se vayan yo permaneceré a tu lado. No te pienso abandonar, eres una dama de la mas alta alcurnia que se reduce al nivel del vulgo porque su humildad le hace compartir la riqueza de su inteligencia y cultura con los mas desfavorecidos desde la superficie y el fondo de su corazón. Una vez me preguntaste si tanto te quería y te respondí que sí, que no había visto nada igual en toda mi vida y que mujeres y bellezas había visto muchas pero lo cierto es que ninguna me ha calado tan hondo como la tuya. Eres majestuosa sin caer en lo vanidoso y elegante sin caer en lo pretencioso. No quepo en mi de gozo al descubrir a una persona tan virtuosa en el arte de la palabra y de pensamientos tan rápidos y acertados.


Y tus ojos. Esos poderosos e hipnóticos ojos que me dan la luz que necesito para seguir adelante en esta miserable vida, guía que nunca falla a la hora de llevarme por el buen sendero, soles que podría mirar fijamente en la noche y el día, la felicidad y la tristeza. Para ti podría sacar una infinidad de metáforas en la que tu mirada sea aquella señal divina, ese mensaje a la humanidad de que hay algo que la raza humana aun no ha imaginado y nunca podrá imaginar: esa luz especial que veo en tus ojos cuando me miras, cuando te miro. Los bellos sonrojos que enmarcan tus mejillas y la sonrisa tan bella que tienes. Y todo aderezado con la belleza de tus ojos. Esos ojos no pueden llorar nunca, no deben, es pecado hacerlos llorar y me parece que soy el mayor de los pecadores pero haré todo lo posible por redimir mi alma para que se consuman en un cielo en el que habiten tus ojos cerca de los míos y, en un afortunado giro del destino... 

Ahí concluía esa carta pues en tanto que el sol comenzaba a salir, él se fue quedando dormido tras guardar el sueño de esa dama toda una noche. En los labios del escritor se perfilaba una sonrisa, símbolo del final de esa carta que quizás nunca fuera escrito pero que guardaba desde luego un secreto que llenaba de dicha ese corazón solitario que hasta hace muy poco había comenzado a latir de verdad. 







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