martes, 3 de julio de 2012

La misiva

Siempre silenciosa caminaba una dama como única presencia viva de aquel callejón por el que transitar se hacía un gran peligro. La oscuridad implacable de la noche ocultaba a muchos hombres y mujeres que estaban dispuestos a todo por lograr unas pocas monedas con las que sustentar sus vicios y propios intereses, aquellos intereses que los destruirían poco a poco, que los exterminaría sin dejar recuerdo alguno en la memoria de la sociedad que tan selectiva se había vuelto. Los pocos seres inofensivos de la noche eran aquellos sencillos gatos, perros y ratas que peleaban día y noche por la existencia a través del robo de algún pedazo de carne en puestos comerciales ambulantes o quizás un poco de comida sobrante del rico señor o carnicero que se creía con derechos de desperdiciar la comida. Aquel rostro se mostraba impasible ante todo lo que sus ojos veían. Las delineadas y definidas facciones estaban en una pétreo gesto que no era de indiferencia sino mas bien de pasividad ante los acontecimientos y la nula existencia de estos. Aunque, extraña era la actitud de aquella elegante ´´señora´´ si así se la pudiera llamar. Pareciera que quería llamar la atención de alguna forma. Sus pasos no levantaban excesivo estruendo pero tampoco dejaban entrever cautela, al contrario, la seguridad era palpable en cada onda sonora que se desprendían de unos caros zapatos ocultos bajo un caro vestido confeccionado en una costosa tienda de primera calidad. Si uno echaba a volar la imaginación pareciera que llegaba tarde a algún lugar. Y así era pues aquellos ojos cautivadores miraron un reloj en una torre y los pasos se hicieron ligeramente mas presurosos pero sin perder aquella clase y aquella magia.


Un estruendo y un gato negro salió a su paso y la miró fijamente. Extraño desde luego que aquel gato la mirara y no saliera corriendo, es mas, se acercó a aquella elegante criatura, se sentó sobre sus patas traseras y la miró largo rato. Tal gesto desconcertó interiormente a aquella entidad física que ahora mismo alzaba ligeramente esa perfectamente delineada ceja. Todas las criaturas vivas le huían pasara por donde pasara o fueran cuales fueran sus intenciones. Pero ese gato ahí permanecía, guardián insondable e inquebrantable, incorruptible de a saber que secretos o visiones, conocimientos o experiencias. En un rápido movimiento el gato se puso en pie y salió de debajo de aquellos bigotes una sola llamada que retumbó en esa mente tan sofisticada. Los movimientos de la dama parecieron ser automáticos al guiarse ella misma y sus circunstancias hasta lo profundo de aquel lugar cerrado que desembocaba en otra calle solitaria prácticamente igual a la anterior. Inesperadamente el destino de ambos era el mismo y una humilde puerta marrón fue lo que al frente se encontró la bella dama al poco trayecto. Sin mas la puerta se abrió y le recibió un hombre humildemente vestido, también de oscuros ropajes pero estos sin la trabajada factura de aquella dignataria de la fascinación. El hombre miró aquellos ojos con una cara de cansancio que avisaba del peligro de un desmayo inminente. Pero ahí estaba, en pie y con una sonrisa a media asta, con un gesto la invitó a entrar y ella pasó como una aparición fantasmal. Sin mas se miraron por unos momentos y la dama habló:

-Doy por hecho que la falta de presentaciones lo sitúan a usted como la persona a la que buscaba- Aquella voz irradiaba la tranquilidad de un lago, pero de un lago realmente frío que parecía no albergar vida de lo congelado que estaba. Sin embargo la sonrisa del buen hombre no pareció sufrió cambio alguno.-Necesito a un escribano hábil que sepa plasmar todo aquello que mi corazón siente pero mis palabras son incapaces de plasmar. Ese es mi gran defecto, no tengo el mas mínimo atisbo de imaginación. 
-Claro...será todo un placer lady...-El hombre tenía una voz normal, ni grave ni aguda. En realidad nada se salía de lo habitual en la compostura con la salvedad de algo de teatralidad en los movimientos-no se su nombre.-Ciertamente era rara la ocasión en que desconocía el nombre de sus clientes
-Lady Lafrange si usted gusta de llamarme así-Digo ella con esa frialdad que sin embargo no alteraba en nada el ambiente, como si fuera un elemento habitual de aquella estancia. Incluso se podría volver agradable para morir por congelación o dormir fresco en una calurosa noche de verano
-Un bello nombre cargado de mucha buena y antigua tradición.
-Así es.-Un atisbo de orgullo asomó en su voz inquebrantable y aun así aquel lago permanecía frío. 
-Que se le ofrece a la dama de gran y mágica belleza-Dijo con una especial acentuación en la palabra ´´mágica´´. 
La dama lo observó de nuevo. Poco habitual desde luego que un corazón como el humano permaneciera inalterable. Interesante desde luego. Pero eso podría esperar. Lo importante era el encargo.
-He venido a esta ciudad para gestionar un sin fin de papeles en los que me encontraré atareada durante unas semanas Y consultándolo con mis consejeros estos me han dicho que para calmar mi angustia podría mandar una carta Sin embargo los años y las variadas experiencias me ha dotado de todo tipo de conocimientos y facultades menos la de la imaginación y la empatía, la plasmación de los sentimientos.-Giró el rostro y miró aquellos ojos rebosantes de una calidez que no esperó encontrarse- pero los tengo. -Dijo con decisión. 
Una sonrisa mas definida cruzó el rostro de aquel escritor contratado para redactar una misiva de anhelo a un hombre enfermo. Sin duda esa noche sería muy productiva con solo escribir una sola linea. Y las cartas tenían mas de una linea. 
-No se preocupe le creo perfectamente aunque eso es cosa de usted, nadie entenderá mejor lo que siente que usted misma. - En su tono había tranquilidad y predisposición a lo que hiciera falta.- Lo ideal sería algo mas allá del nombre de su marido, algo que ya le haga sonreír. Esa chispa que encienda su rostro como una chispa hace encender el hidrógeno de uno de esos zepelín que se caen mucho últimamente. ¿Tiene su marido algún sobrenombre especial que solo usted use de cara a su persona?
-Bueno... -Dijo tras un brece momento de pensar-Su madre (y posteriormente yo con el permiso de su madre y él) le llamaba soldadito de plomo ya que él parecía duro y fuerte pero como bien es sabido el plomo se funde fácilmente y es muy blando. Él es muy sensible. Toda mi sensibilidad la tiene él. 
-´´Mi fuerte y sensible Soldaditode plomo:...´´-Escribió aquel hombre y comenzó a redactar haciendo preguntas de todo tipo- Cuantos años tiene su marido?
-Noventa y nueve-Dijo con toda tranquilidad la dama de elegante manera sentándose con toda su pompa y gracia en una silla al lado de aquel hombre que pronto comenzó a escribir
-¿cuando se conocieron?
-Hace noventa años
La pluma se detuvo por un momento y los ojos del escritor de nuevo se separaron de la hoja de papel para mirarla.la dama ya estaba acostumbrada a que la gente se sorprendiera al dar ese tipo de datos revelando una maldición a la que estaba sometida. Pero la dama no esperó las palabras del escritor. 
-Loable actitud Lady Lafrange, digno de admirar desde luego tantos años juntos y que el sentimiento no se haya extinguido porque me consta que no se ha extinguido en lo mas absoluto. Espero que ese sentimiento los haya protegido de todas las calamidades y las dificultades de al vida eterna y la vida finita a salvedad de la enfermedad que consume a su marido. 
La dama no daba crédito desde la máscara de piedra que era su rostro. Aquel hombre no se había asustado, no había contado con los dedos, no había abierto los ojos como platos ni le había puesto un crucifijo en pleno rostro gritando incoherencias en latín como otros tantos que habían sabido de su condición. Cuando le dijeron que aquel hombre no se sorprendía con nada es que no se sorprendía con nada. Durante un largo rato siguió escribiendo no sin antes preguntar procedencia, gustos, costumbres, disgustos, ideales, imaginaciones, escenas narradas y otras tantas cosas relativas a ese hombre que ahora yacía en una cama pensando en su amada y derramando una lágrima pensando si su Dama de Marfil estaba sana y salva. 
-Dígame joven- Dijo Lady Lafrage tras un rato de silencio.-Usted ha estado enamorado?
Una sonrisa acentuó el rostro de aquel hombre que por un rato no contestó, algo que la dama se esperaba mas no pensaba que fuera a responder al rato siguiente. 
-Dicen que si. -levantó la vista- Al igual posiblemente que usted ama a su marido. Y se que lo ama a pesar de al frialdad de su voz porque Veo preocupación en usted y seguramente su marido estará pensando como le estarán yendo las cosas, y de ahí el motivo de la carta. -Agarró otra hoja y se puso a escribir con decisión y firmeza- hoy ando inspirado para conmover corazones. -La miró por un momento y planteó una pregunta. -¿Usted lo habría sometido en algún momento de su relación a ese cambio que los pondría a la par?
-Nunca. Yo me enamoré de él por como era, por como es y por como será en sus últimos momentos de vida. lamentaré con profundidad su muerte, no volveré a ser la misma, lloraré o lo que sea que haga la gente de mi...clase.- sin darse cuenta se había alterado el tono de su voz. Tal era el amor que sentía por su pareja, por aquel valiente hombre que la hizo sonreír por primera vez hacía tantos años y tras muchos mas años de los imaginables sin sonreír que la posibilidad de dañarlo por dentro o por fuera la mataba hasta lo indecible y retorcía su corazón muerto con crueldad. 
-Y... -la miró pero or lo visto ella adivinó la respuesta y contestó
-No, el es el amor de mi vida y aunque no puedo predecir el futuro la huella que ha dejado en mi nunca se borrará. Hubo muchos hombres pero nadie como él, que me vio por primera vez en aquel bello día de hace noventa años y primero pensé en que era un niño encantador, después un joven apuesto y finalmente el amor de mi vida... 
-Seguro que ninguno se pudo resistir a sus encantos.-Dijo con una sonrisa
Con una sonrisa que correspondía a la de aquel hombre de pluma rápida y pensamientos incontenidos la dama se acercó a él susurrando en su oreja una vez este se puso a escribir de nuevo. 
-Y dígame joven... -se acercó un poco mas a él- Quien lo protege a usted. 
Y lejos de un estremecimiento, de un gsto de alerta, de rechazar cualquier posible ataque ante la cercanía de esa depredadora que desplegaba todas las armas de mujer ante una víctima inocente, producto de la sed y las ansias de alimento el escritor señalo con un gesto de pluma a un objeto y djo tan solo ella. 
-Ella.


Y ahí, señalada por una pluma creadora de mundos, versos y lineas salidas del corazón, reposaba el motivo de su tranquilidad ante la tentación, En un jarrón de no muy buena factura pero aun así con clara utilidad, reposaba una rosa azul, único adorno de aquella desvencijada mesa que había contemplado la conquista de imperios por la luz de una sonrisa. 




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