sábado, 28 de mayo de 2011

La bella y la bestia (2ª parte)

Al amparo de un bello amanecer, los amantes paseaban de camino a su lugar de estancia. El clima que los rodeaba era suave y nada parecía alterarse, hasta pareciera que el tiempo se paraba por momentos de tan estático que estaba todo a excepción de los pasos de los amantes, que caminaban uno al lado del otro. Ella iba tranquilamente mirando al frente y de vez en cuando a ese amor suyo que parecía tener mas de una idea en la cabeza no muy buena pero aun con todo ella le dedicaba una sonrisa que le hacía sentir a él una tranquilidad enorme, pero eso no le hacía cambiar la mirada que dirigía al frente cuando se acercaban a ese viejo campamento en el que vivía él y al cual ella tuvo que unirse por el amor que sentía hacia él. Uno de los campamentos militares mas curiosos que se pudiera uno encontrar, aunque ella ya estaba acostumbrada por la experiencia pero también porque todos sus sentidos se centraban en él. 

Todos envidiaban del amante el ser un general avezado y curtido en mil batallas, con diez mil historias que contar y que en ciertos momentos dejaba de lado su escueto y formal aspecto humano para ser un poderoso lobo que se volvía imparable en el campo de batalla. Cabe destacar que en ese momento se encontraba bajo esa forma pero eso no parecía desalentar los murmullos de espectación ante la visión de el amor del general, que era una bella dama de cabello negro y ojos color chocolate que se dedicaba a acariciar con todo el amor del mundo el pelaje negro de su amado. Dado que ignoraban a veces el punto a tener en cuenta de todo lobo y este en el momento era su increíble audición, tomaron por desagradable sorpresa un rugido potente que hizo que todos esos gandules se centraran en el trabajo. Ella se rió y acaricia mas atentamente el pelaje de su amado. 

-Tranquilo amor que comenten lo que quieran, no lograrán que me centre en ellos, solamente pienso centrarme en ti. - Un gruñido leve que salió de la garganta de él le hizo sonreír mas a su amada. Su entendimiento mutuo era perfecto y en un silencio ella era capaz de leer mil cosas posibles pero sobretodo el motivo real que llevara a su general a callar y mirar muy apáticamente la lejanía.-Necesitas mimos pero estando relajados en la tienda. Vamos que quiero mimarte mucho mucho antes de la batalla que se avecine.-Dijo no sin cierta preocupación en la voz lo que hizo que él la mirara. Esta vez el amor traslucía en sus ojos como rayos de sol que se centraban en lo mas brillante del universo y se sintieran envidiados por tanta divina  luz. 

Entraron en la tienda de campaña después de otro rugido que puso a los últimos valientes a trabajar como si la vida se les fuera en ello. Y decidió que pondría a esos valientes en las primeras filas, porque a él nadie lo desafiaba. Se tumbó en la cama sin perder la forma de lobo y se dedicó a soltar algún que otro gimoteo involuntario. Ella, llena de una ternura maternal se acercó a él y se acostó encima de su gran lomo, que estaba medio erizado por la tensión que lo acuciaba desde hace días. Él sabía que ella notaba su tensión pero sabía que no se iba a poner a hacerle miles de preguntas, sabía que debía de esperar para que él empezara a hablar. Las manos de la dama se pasearon por su pelaje y vio como poco a poco ese pelaje iba descendiendo de volumen y se fue pegando al cuerpo del lobo. 

-Mis informaciones esta vez son escasas amor mío. No tengo segura la victoria pero tampoco la derrota, así que me halló en una constante duda de como saldrán las cosas.-Un suspiro se liberó de sus labios finos de lobo y se quedó relajado sintiendo las manos de ella paseándose por todo su cuerpo. Uno de sus pequeños pies estaba acariciándole la cola lentamente y las dos manos ambos costados mientras ella lo escuchaba algo preocupada por tales vaticinios.- Pero aun así pienso poner a todos esos malditos en primera fila por mirarte con los ojos del pecado y el deseo.-gruñó ligeramente. 

-Amor, déjales que me miren como quieras, yo no dejaré de tener ojos para ti y para nuestras noches de infinito amor en las que me haces tuya y tu te haces mío. No puedo negar que siento miedo a veces al margen de tu seguridad en las batallas pero a veces cuando la batalla es cerca del campamento y veo a los enemigos sucumbiendo a tus zarpas, veo que vuelves de una forma diferente, afectado por las muertes que cargas a tu espalda pero se que también liberado, como si te quitaras la carga de encima. -Dijo ella en su oído en todo momento sin cesar de acariciar su pelaje.-Además yo también me celo cuando otras chicas acarician tu pelaje -dijo con una suave risita que a él lo derretía literalmente. 

Él sonrió y se dejó mimar un rato hasta que el pelaje desapareció y las manos empezaron a acariciar el cuerpo de ella y los besos a posarse en esa piel delicada que lo había atrapado desde el primer momento de ese roce accidental hace mucho tiempo. Los cuerpos envueltos entre las sábanas se dedicaron a comunicarse sin palabras, solamente con delicados actos que daban a entender el eterno amor que los unía y la pasión que sentían cuando esas pieles entraban en contacto. Los suspiros dieron paso a los jadeos, que a su vez precedieron a los gemidos de éxtasis que los acuciaba cuando una batalla se acercaba. El general siempre peleaba y mataba mejor cuando se veía rodeado de los perfumes que esa piel expulsaba en medio del acto amoroso. 

La batalla se acercó rápidamente y esta vez no sería cerca del campamento, con toda seguridad se tendría que recorrer una buena distancia hasta que dieran con el enemigo, rezando por la presencia del factor sorpresa ante el desconocimiento de la cantidad de fuerzas enemigas que estaban presentes y a punto de enfrentárseles. Todo los soldados estaban formados y el general se dispuso a partir no sin antes recibir ese beso en su hocico y en su corazón por parte de ella. Sus miradas se cruzaron: la de ella una mirada compasiva, bondadosa, llena de amor y afecto y sobretodo de amor hacia ese ser atormentado por miles de cosas que la miraba a su vez con lo que muchos juzgarían por frialdad pero que en el fondo deseaba quedarse a seguir besando a su bella princesa de cuento, que cada día bailaba para él en algún lugar apartado donde pudieran distraerse. 

Así partió y pasaron los días desde esa última vez en que el general junto a otros camaradas se dieron media vuelta para ir en búsqueda de todos esos que les habían declarado la guerra en la zona. Los momentos pasaron y ella quizás permaneció dudosa y con temor de no volver a ver o  que llegara muerto, o malherido, quien sabe si con algo de menos como una pata, un ojo o lo que fuera. Todos los que estaban ahí eran guardias de confianza. Con todo trató de distraerse y sus cosas durante largo tiempo. 

El general había encontrado al enemigo y se sorprendió del gran número de contrincantes que enfrentar en ese campo de batalla. Había hasta otros lobos por no decir también arpías, gárgolas, banshees y un montón de criaturas mas que necesitarían mas esfuerzo del habitual para ser derrotadas. Sus hombres estaban temerosos pero las buena s y valientes palabras del general fueron enardecedoras, sin mostrar un miedo que en realidad lo consumía hasta el punto de no hacerse nadie idea de ello en medio de la mas terrorífica noche. Las batallas (pues era tan largo el enfrentamiento que tuvieron que ser varias) fueron de gran dureza y las lluvias de flechas y zarpas se acompañaban de los chillidos de las banshees que enloquecían con sus lamentos a todo el que estuviera los suficientemente cerca o lo insuficientemente preparado para aguantar eso. Días y días matando a  seres de ese mundo que los hombres ignoraban, que eran increíbles pero estaban ahí presentes, tratando de matarlo a él. el lobo enamorado. Le costaría perdonarse ser un superviviente de esa batalla... 

Un guardia entró en la tienda del general sin llamar mientras la dueña del corazón de ese lobo se bañaba. Al consiguiente lanzamiento de agua y enseres dedicados al aseo le siguió la noticia de que habían regresado todo, con muchos muertos y que había varios lobos entre los cadáveres y heridos pero que su general no estaba muerto. Seguidamente se le dijo que el general le había prohibido salir de la tienda por motivos de seguridad, algo que llenó de tristeza el corazón de ella. Pero no se iba a quedar quieta así que educadamente accedió y en cuanto estuvo sola agarró uno de los sables de su amor y cortó la tela de la tienda, salió por detrás, dio un rodeo y en menos de 20 minutos estaba apareciendo por la parte de atrás de la tienda donde atendían a su amor junto a otros compañeros. Todos callaron cuando la vieron.

Muchos de los presentes eran antiguos amigos que se había dedicado a conocer a su amor para apoyarlo en cada causa que le surgiera por el camino. Pero esta vez no había discusiones de como acabar con el enemigo, sino de como atender a su marido. Uno de los mas expertos capitanes de caballería se acercó a la dama y le informó ya que nadie se atrevía. 

-Tiene serias heridas en todo el cuerpo y un trozo de espala metido entre uno de sus riñones y el estómago. De lo poco que no hay afectado es el corazón, la gente romántica del lugar dice que tu recuerdo lo protegió de mas de una flecha pues entre los enemigos había hasta elfos oscuros y todos sabemos que difícilmente pueden errar el tiro. Eso sí, mas de un corte de espada le cayó en la cara, Tiene media mandíbula... -El capitán no pudo seguir porque las lágrimas de ella aparecían en ese momento y sin escuchar mas apartó a empujones a la gente con una fuerza que seria inusitada en una dama de su tamaño pero que mas de una vez había tumbado al que se había propasado con ella cuando su amor no estaba presente. 

Lo vio ahí tendido en la cama con los ojos cerrados. Era dantesco el espectáculo que se ofrecía a los ojos de la bailarina. Tenía  el rostro lobuno como en tiras y se veía perfectamente ese trozo de metal que estaba alojado en uno de sus costados. Ella no pudo por menos que acercarse y esperar que todos se apartaran para que se pudiera sentar al lado de su amado, que al notar la presión en la cama puso un gesto de dolor y movió la mandíbula innecesariamente lo que le hizo gimotear estruendosamente de dolor algo que hizo que ella se apoyara en su cuerpo y empezara a llorar en silencio. 

Las lágrimas cayeron en todo el pelaje de su amado, que se encontraba cada vez en peor estado por la pérdida de sangre y todo lo que conllevaba eso. El tratamiento de los antídotos por las flechas envenenadas de los elfos estaba siendo muy intenso y eso hacía que su cuerpo se cansara mas. Los días pasaban y las lágrimas de ella no cesaban de cubrir su cuerpo dando pie para un acontecimiento inesperado que se hizo presente en las cortes de todos los castillos. Cuando ella se encontraba en pleno lamento, este mismo capitán advirtió que en los lugares donde las lágrimas caían la herida quedaba prácticamente limpia. Se le hizo saber a la mujer que de tanta alegría dejó de llorar al saber que con su tristeza curaba a su amado. Pero aun mas curativa fue la sonrisa y cuando estos amantes, el lobo y la bailarina, se encontraron las miradas a los pocos días y entonces ella sonrió. 

Tu sonrisa amor mío, es el antídoto a todos mis males. 

Te amo 

3 comentarios:

  1. Muy hermoso querido, como es habitual, aunque me tienes preocupada, hace tiempo que no sé de ti únicamente por tus escritos.

    Besitosss

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  2. pero qué meloso que eres, tru. ¡Así de bonito es el amor!

    A ver si hablamos un día, que ya hace que no sé de ti.

    Un beso.

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  3. No soy meloso... si fuera meloso se estarían diciendo ´´hay mi amorcito de caramelo bañado en almíbar y rebozado en azúcar glas´´...pero sí, espero que hablemos pronto aunque no sabría que contarte...

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