viernes, 27 de enero de 2012

Para la Musa

Lejano y silbante se hacía escuchar el vuelo de un pájaro, henchido el pecho del orgullo de su viveza que poco a poco se fue desinflando en medio de agitadas respiraciones destinadas a mantener el vuelo rápido. las marañas de matojos dejaban entrever apenas un par de detalles de un sueño rico en los nutrientes necesarios para que la tierra fuera fértil. El verdor de todo ese paraje era una verdadera maravilla, como si lo que regaba esas tierras no fuera agua de lluvia sino el agua bendita de algún ángel que vertiera desde sus alas, pero mas increíble era aquello que sucedía en lo alto de una verde colina, con una humilde casa, que dominaba todo el paraje de una forma honrosa, carente de toda la grandilocuencia. En esos pequeños tablones apilados y con un tejado lleno de agujeros se postraba ante un hombre de humilde condición y aspecto algo animal un papel blanco. Un sencillo papel blanco que estaba inexpresivo ante el paso del tiempo al igual que el rostro de ese inspirado y humilde hombre de condición extremadamente ignorante. Miraba el papel como en un duelo de resistencia de las mas extrañas y sobrenaturales voluntades. Siendo blandida por una mano temblorosa víctima de recuerdos que iban mas allá de su calma y tranquilidad, un pico entintado hizo esa primera herida en el lecho blanco del papel. 


Pero antes de la primera letra, esa mano se detuvo y miró al pájaro que se había posado en el marco de la ventana, con vivos colores, los mas bellos rojos, verdes, amarillos, azules, lilas, morados. Y el negro y blanco tenían lugar ahí, mezclándose en delicados grises, elegantes a la forma de ver de la gente que pose sus ojos en esa extraña ave. Miraban sus ojos marrones de ave despierta la mano y los ojos del humilde villano que estaba posando toda su concentración en esa amalgama de colores imposible. nadie mas podría presenciar ese encuentro entre ave y hombre pues así el destino no lo quería. La mañana era fresca en ese delicado día de enero y el frío no se hacía sentir mas allá de los límites establecidos por la autoritaria calefacción, un humilde horno de leña que estaba expresando con crepitaciones los últimos intentos de aportar calor. Pero aunque el frío estuviera presente poco a poco en esa casa de una sola habitación, ya nada hacía temer al improvisado escritor de sucumbir ante un frío adormecedor y mortífero de necesidad. Esa ave estaba en el momento justo en su vida. Al igual que muchas otras cosas y una en especial. Por lo que son mas con el único recuerdo del color del café se dispuso a escribir. 


Cuanto escribió nadie lo sabe pero escribió sobre el universo, plano para unos y curvo para otros, sobre la belleza, sobre la belleza mas ancestral de los planetas y sobre la belleza mas milenaria del hombre. Esa idea le hizo montar a lomos de la mas bella criatura habida y por haber en su imaginación y toda esa ciencia, esa poesía, esa necesidad de enumerar saberes a cientos se disolvió de forma instantánea dejando lugar únicamente a las alas de la mas basta imaginación y entonces desde cero empezó a escribir un mundo lleno de las perfumadas flores, esas flores símbolo de la calma que inspiraba en e´la criatura que tenía en mente. La mencionó mil veces en mil matices distintos, con mil adjetivos y verbos que enunciaban la necesidad de interactuar algún día de mil maneras distintas con ella. A su mente acudían todas esas bestias míticas que estaban a la disposición de quien las precisara. 


La fuerza del dragón junto a su fuego hizo que esa tinta pobre se tornara naranja como el brillo del sol que tantos buenos niños dibujaban cuando eran felices. Los trazos se hicieron firmes como el paso de ese poderoso y majestuoso símbolo de mas caótico y sencillo esplendor de quien lo pudiera cazar. Era la punta de esa inesperada pluma de metal que inesperadamente adquirió la capacidad de fluidez que una garra de dragón posee cuando desgarra el metal del enemigo pero solamente dejaba las extremadamente afiladas palabras de un alma exaltada por el recuerdo de esos ojos que eran portal a otro lugar entre la realidad y la fantasía mas desbordante y luminosa como mil soles y un millón de estrellas. 


Al término de ese párrafo las brisas de los bosques que paseaban entre las ramas de los árboles empezaron a danzar, primero en delicados retazos alrededor de ese pájaro testigo de una locura dedicada a la mas bella de las locuras. Las hadas de los bosques, ninfas, náyades, los rápidos centauros, los sutiles y milenarios elfos y el crecimiento de las plantas mismo se hicieron presentes en esa historia, creando la naturaleza en un mundo lleno de pequeño matices, el alegre gorjeo de los pájaros que saludan a la mañana así como la sonrisa de ese poeta saludaba al amanecer cuando los ojos de esa musa se posaban en su mente y no lo habían abandonado desde entonces. Se unieron por tanto a ese naranja la tinta mas verde, brillante como la clorofila de las plantas con tintes oscuros como la tierra mas fértil. La sutileza de los susurros en las brisas se hicieron presentes en letras mas delicadamente labradas, como si la calma se hicieras presentes en el estilo de escritora de ese hombre que estaba poseído por la inspiradora magia. Yacían en ese párrafo las palabras de los elfos que habían creado para poder comunicarse con el seno de Gaia. 


Al amparo de la colina se encontraba el mar que poco a poco hizo soplar a las nubes su brisa de sal y algas para dejar claro cuan poderoso y constante era el poder de aquello que escribía, mas fuerte que cualquier muralla y que cualquier construcción imaginada. Escribió sobre el vaivén de esa pluma que se mecía derramando tinta azul sobre ese papel que ya estaba siendo terminado pero que la diminuta letra del autor podría tener que ver a la hora de lograr expresar todo lo que quería decir. Diminuto como esos pequeños seres que alimentaban a las poderosas ballenas, tan elegantes como majestuosas en su canto milenario a lo largo de toda la evolución, el sonido único de estas era lo que el autor comparaba con la cadencia armoniosa de la voz de la esencia a la que iba dirigida. Las corrientes guiaron su mano de forma tranquila e imperturbable a lo largo de ese papel antes tan tristemente blanco y ahora teñido de color. 


Escribió sobre un mundo donde, además de todo lo anterior también se encontraba el color mas bello de todos, un color que esa pluma no podría reproducir. Fusionaba esa pluma el color de esa piel suave y aterciopelada con el blanco de su sonrisa y el brillo de su mirada. Quería el escritor con esa carta, con esa historia, dar fuerzas a la persona a quien iba dedicada. Nada mas que esa fuerzas necesarias para que no hubiera temor en su alma, mente.corazón espíritu y cuerpo. Con cadente precisión escribió esas última palabras y dobló la carta esperando que cuando llegar ay terminara de leer la fuerza se hiciera dentro de ella con el fuego del dragón, la brisa de los bosques y el amar y los colores imposibles y mágicos que ella poseía en si misma. 


Al final de la carta, dibujado con torpes trazos, una rosa azul yacía mostrando todo su esplendor pues abierta se encontraba para recibir la luz de la sonrisa de ella. Con un susurro dijo este escritor. 


-Para la musa. 



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