sábado, 4 de febrero de 2012

Alianza

En aquella magnífica ciudad era constante el revelo de gente que iba y venía de sus casas a los respectivos puestos de trabajo. Al amparo de un sol ausente en calor y mucho frío presente los ciudadanos cometían todo tipo de actos por el bien de su familia, empresa o bienestar propio. Las altas edificaciones grises eran gigantes que se alzaban mas allá de cualquier tipo de imaginación posible salvo para los afamados arquitectos que se encargaron de tan magno proyecto de superación en altura. Cuan diferente era todo aquello de los bosques verdes, al igual que su hierba, los verdes pastos de las praderas que alimentaban a toda suerte de pequeños y grandes animales de abultados estómagos, ya fueren comandados por pastores o bien independientes grupos de ciervos, alces y venados. Las gentiles mañanas del campo eran el sueño de muchos que en esa ciudad estaban mas que hatos de siempre la misma rutina. Quien sabe si algún explorador frustrado no disfrutaría de al menos una mañana solariega y cálida por entre los altos árboles, homónimos vegetales de esos fríos vientres de cemento que en las alturas se elevan para albergar a cientos o miles de pobres trabajadores que ya tienen problemas suficientes como estar atentos a la pobre flor que en medio de esa ciudad crecía. Esa flor solitaria que había decidido probar la experiencia de la supervivencia mas dura. 


Sus pétalos eran de un bello azul intenso en el que se podía ver incluso algún reflejo de la noche que pasaba a veces despierta en medio de miles de compañeras como ella, casi tan bellas como ella pero incapaces de superar a esa criatura viva que resplandecía con luz propia. El sol la miraba aun lejano y el frío se presentaba como importante enemigo para que esa aventura terminara con final feliz. Las costas mas lejanas estaban imposibilitadas por la distancia para alimentar con su sal esos pétalos tan bello que podrían ser solamente mas inspiradores si se les inscribiera alguna poesía en cada uno de ellos donde los aspectos mas bellos de la propia flor resaltaran. Ante la rapidez y el ajetreo de esa imponente ciudad en un continente rodeado por dos bellos océanos, nadie prestaba atención a esa flor que parecía languidecer por momentos pero se mantenía fuerte. Los recuerdos venían a la memoria de esa flor y lo cierto era qe la vida forestal parecía mucho mas calmada y peligrosa pero a la vez mas bella y fascinante. Echaba de menos a todas sus hermanas de color y de especie. Y no había mas esencia que captar que la del dióxido de carbono y otros gases mas pestilentes y nocivos producto de las expulsiones fabriles.


Algunos pájaros traían mensajes desde los mas lejanos roncones para que los ánimos de a madre naturaleza fueran mas que recibidor. Alguna palabra de aliento en ese avance y resistencia contra la fría ciudad que se expandía por todos lados. Al norte, sur, este y oeste los trabajadores, exclusivamente dedicados al arte de la construcción de edificios ponían manos a la obra para masacrar algún terreno que estorbara a todos los esfuerzos del progreso del hombre por lograr sus objetivos de conquista. Eso la flor lo sentía en lo mas profundo de sus raíces a a través de las cuales llegaban los gritos desesperados de todas sus hermanas cayendo en el intento por sobrevivir y ella que estaba en el núcleo mismo de la destrucción natural estaba viva. Pero nada era mas sorprendente en todo aquel suceder de acontecimientos que la aparición de entre las grises y anónimas multitudes a otro ser anónimo que no era como los demás pues en su forma de ser no estaban los convencionalismos propios de una sociedad descerebrada que e deja guiar por marcas y estereotipos. Sin mas que el caminar de sus pasos se acercó ese desdichado atosigado por mil pensamientos a la flor y le dirigió una sonrisa y unas pocas palabras. 


-Que bonita eres, la flor mas bella de toda esta desgraciada e ignorante ciudad que no saben lo que pierden por no pararse un instante a conocerte. Desconocen tu presencia y tu aroma pero yo te veo aquí y ahora, fuerte y diferente en medio de la soledad y se que te esperan en mil roncones del mundo, desde poetas hasta escritores afamados y anónimos, desconocidos por siempre o quizás por un periodo. Y cantos querrían regalarte por la sonrisa de una dama. Y lo cierto es que no quiero arrancar tu belleza de golpe pero debo pedirte un favor... 


Y le habló de ella, de cada aspecto que la hacía un ser casi perfecto a sus ojos. De como había entrado en su vida y de como ella se había acercado sin el mas mínimo temor a él y sus locuras en forma de alas negras como la noche que amparaba los sueños que tenía sobre ella. Le habló de sus sonrisa brillante, de cada pequeños gesto que era como los pétalos de esa flor con la que conversaba: únicos. Le estuvo hablando horas de todo lo que sabía de ella desahogando cada palabra con una sonrisa en los ojos y la boca cuando surgía el nombre de ella, quizás la descripción de sus cabello o la forma de moverse, de hablar, algo que tenía grabado con el fuego de las forjas de los dioses en el lo mas hondo de su ser. Habló de sus sentimientos por ella, que los ignorantes llamaban amor y él ni siquiera sabedor de todas las palabras que conocía no podía definir con mas precisión tales sensaciones que despertaba cuando miraba sus ojos. Y aquellos poderosos ojos, esos ojos mil veces mas bonitos que todos los cielos, praderas, piedras, árboles y montañas o mares juntos. Capaz de llegar a lo mas efímero y eterno del ser humano: su alma. Tanto habló de ella que los músculos se le agarrotados por lo que pasó al tema importante y le dijo a la flor: 


-Te suplico por favor, en aras de sentimientos mas allá de todo lo descrito en poemas y lineas locas y diabólicas así como benditas e ignoradas por la historia que me dejes llevarte conmigo por siempre en mis alas, tiñendo el negro de estas con ese bello azul de una rosa que ha sobrevivido a mil aventuras mas allá de cualquier imaginación humana. Déjame llevarte en mil vuelos bella rosa de mil pétalos por un mundo en el que la conocerás, pues a ella te quiero mostrar, tu bello azul mas que a nada y aquí podremos ambos sacar provecho de esto. Sería el mayor detalle jamás aportado a un humano por parte de la naturaleza misma. 


Y así, sabedor del gran favor que hacía la flor a ese delicado y sensible ser natural y anónimo, se abrazó al negro de sus alas para partir a la búsqueda de la dama a la que va dirigido este bello relato.

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