domingo, 12 de febrero de 2012

La danza de la alegría

Era de fuego su cuerpo y de agua sus movimientos. Cálidas y sensuales caricias se extendían por su piel, que era abrazada por los mas livianos ropajes en medio de aquella luminosidad mágica que siempre había sido un fuego encendido en una buena chimenea. Sus formas se revelaban pero nunca se mostraban de forma sutil, sutilmente insinuadas en cada paso, algo que sin duda hacía de aquella escena un verdadero regalo de los dioses. Con cadenciosa y virtuosa sensualidad iba siguiendo aquel camino que las notas marcaban a un ritmo capaz de embotar sin reversión alguna los sentidos y la guardia del mas aguerrido guerrero. Con delicadeza se movía pero a la vez con decisión y rapidez, como movida por los constantes cambios de las corrientes de aire que se provocaban al batir de unas poderosas alas extendidas a los costados de su único espectador. Unos ojos hambrientos la miraban  y a la vez no podían evitar contemplarla con la adoración del mas humilde siervo que recibía ese obsequio de las deidades mas generosas. Aquella seductora bailarina regalaba sus mas fieros y a la vez sutiles movimientos a los ojos de ese afortunado que cambiaría los restos de sus días por ver esa danza mucho mas de cerca de lo que ya la estaba viendo. Su cuerpo se mantenía relajado ahí donde otros muchos habrían perdido el concepto de moral o ética por no decir de respeto al sexo femenino e intimidad. Sus ojos a veces se encontraban cuando pasaba muy cerca y la participación de su cuerpo cerca del suyo era algo que con seguridad ponía a prueba la templanza de ese gratificado caballero que miraba con engañosa pasividad a ese deleite personificado de la diosa de la danza, no importaba nombre ni cultura asociada, ella era la diosa y lo sería ante los ojos de cualquiera que tuviera el sentido de la vista en buen estado. 

Se movía de un lado para otro con su cuerpo, pieza maestra de la arquitectura genética humana, o al menos eso parecía a simple vista, humana. Pero no era tal como se la podría representar en fríos papeles que constataran su nacimiento y logros, pues en ella estaba el poder que fluir como la música, como una gota de agua lo hace en un río a través de su curso mas rápido. Su cuerpo era en ese momento la música misma que bailaba, la interpretación de cada idea de las lejanas tierras de Arabia que ella glosaba para él, la ayuda a comprender mediante golpes rápidos de cadera, lentos movimientos de unos brazos que acariciaban el aire y a veces su propio cuerpo en la búsqueda de la mas ansiosa provocación a ese improvisado espectador toda la fuerza y magia de los dominios orientales de los que procedía cada nota. E incluso en los preliminares de la primera pieza nunca dejaba de moverse, sus caderas y su cintura se cimbreaban de una manera que no era normal, de ese mundo lleno de seres inferiores a la condición humana pero que compartían las mismas características físicas que estos. Ella era superior a la condición humana y divina de cualquier dios que quisiera retarla a un concurso de baile. Su figura estaba siendo visto bajo una luz totalmente distinta por esos ojos comunes y tristes que a ella tanto parecían gustarle. Detrás de esa máscara de piedra asomó una sonrisa tímida y a la vez que unas mejillas se sonrojaban los pensamientos de deseo empezaron a fluir de una forma rápida pero no descontrolada. Podría estar mirándola bailar toda una vida sin cansarse. Incluso quizás participar en algún baile de esos tan lentos que las parejas en ciertos eventos sociales llevaban a cabo. Aquellos ojos le miraban y a veces eran observados por la bailarina que desde luego lograba captar toda la atención con su cuerpo y en cada movimiento. 

Una nueva pieza musical sonaba, esta mas lenta incluso que la anterior, sin tanto cambio de ritmo. Era envolvente, como una serpiente que apresa a su víctima para lentamente dejarla a su merced. Los ojos del caballero no daban crédito y sabía que cualquier hombre ya estaría ardiendo por hacerla suya pero él iba mas allá de eso y no caería en los viejos,miserables, perdedores, bajos instintos. Una serpiente no se movería con mas sensualidad que ella, no atraparía la mirada con sus ojos como ella lo hacía con los de ese ser alado que miraba aquel cuerpo fluir como unas llamas que devoran el control sobre si mismo pero a la vez lo mantienen pegado a su asiento por no interrumpir esa demostración de divinidad danzante que se ejecutaba ante sus ojos. Lentamente se movía. muy lentamente, como si el propio tiempo dejara de transcurrir a ratos para centrarse en poner sus ojos de inamovible cristal en aquellas curvas peligrosas para cualquiera que la observara. Era extraño que el suelo que pisaba no se derritiera totalmente enamorado de sostener sus pies ligeros como las alas de una mariposa en un mundo creado para que ella fuera la estrella central del espectáculo. En su rostro se dibujaba una sonrisa y en ese juego de locura y placer en forma de movimientos de danza se tornaba su mirada salvaje, depredadora de almas, como si quisiera quemar hasta el último nervio con sus ojos, ahí a donde no pudieran llegar las caricias que daba al espacio y al tiempo con su cuerpo. En ese lugar secreto, compartiendo aquello tan bello y a la vez intenso se encontraban esas dos almas. Aquella aportación por parte de la bailarina de exóticos rasgos había borrado todos los lamentos y la tristeza o rabia de un plumazo mas salvaje que el viento mas huracanado. 

El fuego del infierno mismo vino en forma de mujeres, compañeras que se unieron a la danza, o quizás eran alucinaciones provocadas por la sensualidad y la cadencia de esas caderas que hipnotizaban, que moldeaban su voluntad a la voluntad de ella, provocando los mas impuros pensamientos. Con deleite de sus deseos ella se acercó mas y mas mirándole en todo momento como una pantera que se va a lanzar sobre su presa, paseando sus manos por el cuerpo, incitando a su débil determinación de quedarse quieto. Como gustaría de explorar aquella figura con sus manos y disfrutar con la suavidad de su piel, de no perder en medio de la pasión los papeles, de hacerlo todo lentamente, con esa sempiterna ternura que, sea la situación que sea, ella siempre despierta en él. Una bocanada de aire mas. Llevaba un buen rato sin respirar y hasta el corazón agradeció un poco de oxígeno en la sangre a la que hacer circular para que al consciencia no se perdiera. Ya con la mente mas despejada vio el fuego bailar alrededor de ese cuerpo prohibido para muchos hombres. La gracia con la que se movía podía acelerar y frenar el ritmo de la vida a su gusto ya que todas las estrellas tenían sus lascivos ojos puestos en ella. Se había roto en el interior de su luminoso ego la idea de que ya lo habían visto todo hasta que ella apareció. Y a medida que se iba acercando al objetivo de sus movimientos la luna se ponía verde de envidia y miles de gritos de rabia se extendían por los hogares de amantes propios y ajenos. 

Con sutileza y en un medio giro de cadera ella se cernió de espaldas sobre él de una forma lenta y suave como si unos brazos la fueran depositando sobre el cuerpo de su invitado a esa noche fría que se había tornado cálida, alegre, sensual. El cuerpo del caballero por fin reaccionó justo en el último compás de esa última pieza de música y rodearon esa cintura y acariciaron esas cadera que ahora iban a ser objeto de muchas mas ideas cuando al idea de escribir se le viniera a la mente. Su nariz se posó en el cuello mientras el cabello negro como el manto de la noche se desparramaba por encima de sus senos convenientemente cubiertos por esas prendas de seductor tejido. Sin soltarla dejó un suave beso en ese fino y delicado cuello de cisne, sintiendo el reposo de esa bella criatura sobre su cuerpo, en absoluto molesto por ser su lecho de descanso ante tanto baile por esa noche. 


2 comentarios:

  1. Que bonito y que sensual relato nos has compartido hoy, tienes un don precioso. ¡Un saludo muy grande!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias querida Dynara todo un honor tener tu presencia por estos lares. Saludos desde mi tierra.

      Eliminar