domingo, 19 de febrero de 2012

La Dulce Flor

Un poderoso anhelo es lo que el caballero sentía en lo mas profundo de su alma  pues corazón, a sus ojos, no tenía, malherido por miles de batallas pasadas en las que había perdido vida y sentimiento a manos llenas. Sus ojos estaban colmados de aquella desesperación y aquella necesidad, un ansia viva en la que todo era inútil a la hora de desviar su atención para lograr algo de distracción. Aunque, todo sea dicho en aras de la verdad, lo conseguía los viejos vicios en los que se veía inmerso cuando menos lo esperaba. Acaecía una tarde solitaria en la mas profunda selva del amazonas. Nada mas se podría ver a partir de unos pocos palmos de densa vegetación verde, viva, salvaje e indómita. la búsqueda de aquello, fuese lo que fuese, no se podría hacer esperar mucho mas. La mente se encontraba desquiciada por esa fiebre amarilla que le invadía la mente de forma delirante. Las pocas pruebas de que alguna vez ese caballero había pertenecido a la civilización se esfumaron hace ya mucho tiempo y ahora se encontraba ahí, entre salvajes avances dados a marchas forzadas por una promesa de un supuesto y maldito hombre que le riquezas. Aquel rostro que veía mas allá del tiempo y el espacio, mas allá de la piel de uno de los conquistadores mas temibles de la tierra recién descubierta de casualidad. Recordaba aquellos ojos impregnados en un poder que ni los cañones mas atronadores podrían comparar, pues los cañones mataban el cuerpo pero esos ojos podrían doblegar el alma y fue la sencilla misericordia y bondad de aquel anciano lo que le salvó de ser quemado por esos ojos.


Como ya se había dicho ya no le quedaba nada de ese caballero noble y de nobles intenciones que estaba a la búsqueda de enriquecer a su patria y tener un nombre de gran fama entre sus semejantes, propios y extraños. No había ya pólvora en la que confiar para cazar un pequeño trozo de metal que abatiera a un pájaro o que asegurara una victoria contra un felino de gran tamaño. Nada quedaba de esa cantimplora ni de los bien cocinados víveres de principio de viaje. ya no había casco que cubriera del sofocante calor y la humedad infernal estaba destrozando poco a poco su mente haciéndole ver de vez en cuando cosas que quizás no estaban ahí, o que al menos él no desearía volver a ver nunca mas. Sus botas tampoco estaban como era lógico, perdidas en medio de un ataque de unos nativos salvajes que posteriormente le postraron ante los pies de aquel temible hombre de mirada sin par. En medio de danzas que él no comprendía le había gritado sus destino en una lengua que nunca había escuchado. En su fuero interno un mensaje se instaló dentro de él, Entre las retumbantes palabras de castigo de aquella entidad ´´humana´´ hubo cierto momento en el que pudo detectar, quizás en medio de delirios, como tregua a ese castigo para su cuerpo y espíritu, una pequeña nota de esperanza. Nada le sorprendería mas como lo que venía a continuación. Tomó sus manos y le dijo, cuando los delirios no podían ser soportados, algo que le hizo ver aquel momento como una ensoñación en momentos futuros:


-Has de encontrar en un largo camino al norte, pasando peligros inimaginables en los que dejes todas tus pertenencias por el camino, algo mas bello que el sol y mas valioso que todo el oro del mundo. Debes partir ahora mismo para poder llegar a tiempo de ver eso que te espera detrás de estos bosques y las montañas que siguen a esos bosques. Debes encontrarte con peligros, nunca los esquives ni retrocedas, aprenderás de esos peligros. Encontrarás lecciones en la brisa y en el rugido del viento, en el repiqueteo de la lluvia en las horas y sabrás que hacer cada vez que el silencio se haga en la selva, pero si este se prolonga mucho tiempo corre siguiendo la estrella polar. Corre, corre mas rápido que tus propios pensamientos hijo de la civilización sorda y muda y realiza todo esto que te digo hasta que el sol oscurezca en la noche que siga a otras tantas noches- Nada mas escuchar aquellas palabras en el idioma de la civilización y lo moderno, ese hombre que venía en busca de riquezas sencillamente se puso en pie y alabado por las multitudes de esa pequeña aldea dejada de la mano de Dios partió raudo y veloz, a una carrera feroz, llevado por fuerzas en las que nada podría explicar como esos pies se movían tan rápido, atravesó la espesura.


La carrera fue a través de aquel bosque y de las montañas, Se encontró con tribus temibles que comían a sus propios muertos y a los vivos también. Cruzó lagos llenos de sulfuro en cuya orilla había animales muertos. Temió por su propia vida tantas veces que no le llegarían ni los disparos de diez salvas de cien cañones para contarlos. Pero hizo caso al pie de la letra, no sabía el porqué de aquellas acciones tan descabelladas pero cuando la noche llegaba se tumbaba, cansado de correr y de caminar, nadar, trepar y cazar con sus propias manos y sencillamente escuchaba aquello que tuviera que escuchar. Escuchó tanto que ya distinguía si el mosquito era hembra o macho y por tanto si le iba a picar o no. Escuchó todos los sonidos de aquellas aves de brillantes colores que provocaron mas de una fantasía de querer hacerse un abrigo con sus plumas y mas tarde, desechando aquel pensamiento tan monstruoso, el de querer volar. Escuchó el siseo de la serpiente y el gruñir del puma así como su rugido a dos palmos de la cara. Escuchó el desgarrar de sus ropas cuando las zarpas de ese puma le arrancaron casi un costado entero. Escucho como la sangre salía a chorros de su interior y también escucho como la espesura le susurraba consejos de acerca de desinfectantes. Cayó. Muchas veces cayó para levantarse o ser levantado. Sus ojos siempre buscaban las estrellas en las que guiarse. Y a veces miraba esas estrellas sin pretensión de guía alguna, sencillamente soñaba. Como sería ver las estrellas mas de cerca. pensó en aquellos que en la moderna Europa observaban al cielo con los grandes telescopios. soñaba con ver esas estrellas de cerca e incluso tener dos guías estelares por si una se apagaba de pronto. Cuando el día llegaba se levantaba de golpe y comenzaba a correr o caminar, ya enloquecido por delirios y pesadillas. Desesperado llegó a caminar por el borde de un barranco casi enloquecido y entre risas histéricas. La locura se hizo con él hasta que apareció el último día de su travesía. 


Tras atravesar miles de kilómetros de selva, bosque, montaña, lagos que se encontraban a alturas imposibles, estar en territorios aliados y enemigos pasando desapercibido como una sombra tuvo aquella señal que llegó a su mente una buena noche de intenso frío. Primeramente pensó que había sido un sueño mas, una ilusión producida por alguna planta tóxica que se comiera por error pero la belleza que había ahí plasmada era algo que no podría pertenecer a ese mundo. Aquel hombre de esa tribu cuyos ojos nunca olvidaría le dijo que cuando despertara encontraría aquel tesoro que tanto buscaba. Que el color que debía de buscar era el de los cielos y los mares. Aquel tesoro tenía algo del color de la tierra mas pura y fértil y como última nota aquel hombre de ancestral sabiduría dejó en su mente un sencilla frase.


-Cuando veas aquello a lo que te he guiado olvidarás mis ojos y todas tus pesadillas dejarán de existir.Nada mas se dijo y cuando despertó se dispuso a correr con todas sus fuerzas. travesó una llanura en la que crecían unas flores de brillantes colores, vio sombras que le acechaban por todas partes. Las ignoró. No le temía a nada, estaba totalmente enloquecido por aquella persecución en la que un sentimiento de desesperanza y otra de gran fuerza interior luchaban por hacerse con el control de su mente. Los pies se movían como llevados por el viento y las alas se desplegaron en el último momento ante el grito salvaje que surgió de sus labios, ronco ya que no había hablado con nadie desde aquella última vez en ese pueblo que ya le parecía mas lejano que su propio nacimiento. Voló rápido como una flecha, como un disparo de cañón. Voló con y como el viento, desesperado. Entonces todo un muro de espinas le atrapó. No se esperaba encontrarse tal impedimento aun pudiendo volar pero ya no existía el dolor ni la preservación física. Ya nada existía mas que el poder lograr ver aunque fuera por un solo instante eso que tan valioso era, mas que el oro que los diamantes que el platino que la misma armada británica al completo. Ver. Solo quería ver aquello aunque fuera una vez sola vez en la vida. las espinas comenzaron a desgarrar a momento los pocos harapos que tenía y ese muro parecía infinito. Las lágrimas luchaban por salir pero no les dejaría salir. Entonces la luz se hizo y logró llegar al otro lado de aquel castigo que se le hacía eterno a sus ojos. Se puso en pié y no pudo creer lo que tenía ante sí. 


Su rostro en forma de corazón se volvió hacia el con la mas abierta curiosidad de quien ve una interesante pintura en uno de los múltiples museos de su ciudad natal. Se acercó con la cautela de un gato y a la vez con las ansias de hacer mas acciones que quizás sustentaran auxilio a ese pobre diablo que no podría levantarse en un buen rato. Su mente estaba agotada, débil, vulnerable. Totalmente entumecido por el frío se encontraba su cuerpo. Sencillamente miró sus ojos cuando estos se encontraron cerca, ignorando todo lo demás en el mundo. Ya no había mas mirada que aquella. Al susurro del viento llegó rápidamente el sonido de una risotada cristalina. Era Gaia que parecía divertirse con el castigo y a la vez con esa aventura sufrida por ese joven escritor que lo había dado todo por un tesoro mas valioso que el oro en el mundo entero. Y lo había encontrado sin duda. Apenas pudo limpiarse una mano sucia en la hierba verde y conducirla a esa delicada mejilla, palparla discretamente antes de deslizar sus dedos por esa piel morena besada por el fuego de una de las tierras mas bellas que se pudiera pisar con pies de humano. Le resultaba casi imposible aquello. Cuantas veces había pensado en mujeres bellas, cuantas veces había inventado a tales mujeres para recrear escenas de todo tipo. Cuantas veces había sentido fascinación por una mujer. Y ella le daba mil vueltas a todas. La inteligencia mas aguda brillaba en sus ojos, aquellos ojos. Dos estrellas faltaban esa noche en el cielo. Lo comprobaría en cuanto tuviera la oportunidad, pero de seguro en el firmamento faltaban las dos estrellas mas brillantes que pudieran contemplar los ojos del hombre. Contuvo la respiración mientras deslizaba los dedos por su mejilla y seguía inmerso en su mirada. Y esa sonrisa que surgió mas tarde. Creyó volverse ciego. No había duda de que era aquel el tesoro que buscaba desde hacía tanto tiempo. Y los sentimientos que afloraban en ese corazón resucitado no eran los clásicos ´´encaprichamiento´´ ni ´´amor´´. Iba mas allá. No necesitó señal alguna para saber que ella era mas valiosa que el oro y el diamante, el platino, la plata o el rubí.


Sus dedos delicadamente pasearon una vez por la rosa azul que esa criatura casi imposible de imaginar tenía prendida en el cabello de una forma perfecta. Volvieron a su rostro el cual quedó algo sucio por la tierra que había en sus dedos tras una travesía en la que nadie mas podría haber resistido de no ser por la mas fuerte convicción. Se quedó en silencio y poco a poco fue sonriendo. era imposible no sonreír ante su presencia. Era imposible no doblegarse ante el sonido de su voz o de su mirada, que no irradiaba el mal en ningún momento. Era imposible toda ella, debía de ser un delirio pero la estaba tocando. Con sus propios dedos. No era una pesadilla, el dolor que sentía era físico y no emocional, Ambos dolores fueron remitiendo. Le estaba invadiendo una sensación de felicidad que no era normal. Sencillamente miró sus ojos y dijo:


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