miércoles, 8 de febrero de 2012

Y llegó el día



Al amparo de un 7 de Febrero carente de novedades en guerras y milagros, unos suaves dedos paseaban inconscientemente por un torso pálido y esquelético, acompañados por la brisa fresca capaz de hacer las delicias de mas soñador poeta. La noche amparaba a esos dos seres incomprendidos en su secreto por no haber palabras que definieran esa bella relación que tenían. Los cubría con su delicado manto y suavemente sentían las pieles erizarse. aunque él estaba completamente despierto y la miraba con profundidad y ternura infinitas, temeroso de despertarla o causarle alguna evocación desestabilizadora a sus sueños, fueran los que fueran en los que se encontrara sumida. Las alas negri-azules con pequeños toques de púrpura estaban cubriendo ese cuerpo que llamaba a proteger cada centímetro de su piel morena, que muchos buenos y honrados caballeros así como malvados villanos deseaban tener en su poder. Mas no había otro siervo que no fuera él, su protector, su Lord alado que nada mas tenía en mente que cuidarla mas allá de lo razonable pero sin rayar en la obsesión y ser el que se adelantara a todos con precisión de experto tirador a decir esas palabras tan suavemente recitadas a su oído que tan solo despertara una sonrisa en ella. Pocos minutos faltaban y la tranquilidad en ese paraje era idílico, utópico pero en esa ocasión posible solo por ella.


Miró su rostro, apaciblemente dormido, con el cuerpo recostado contra el suyo. Era la primera vez en su vida que sentía una piel contra la suya y no deseaba mancillar con actos carnales de ningún tipo. Al menos no en ese momento en que la contemplación de su espejo del alma aportaba la misma paz que la contemplación del mismo Nirvana. No concebía en ese mundo creado para ella nada mas bello que la propia faz de la mujer que le había dado las fuerzas necesarias y sobrantes para vivir toda una vida con solo su recuerdo. Cuanto admiraba a esa criatura que ahora descansaba tranquilamente, apaciblemente entre sus brazos, respirando con una cadencia lenta y tranquila. No podía evitar sonreír y rendir su mas tierna mirada a la delicada piel de ella, que paseaba sus dedos por su torso. Un ligero estremecimiento le recorrió pero se contuvo de cualquier gesto que arruinara ese momento que no podría ser descrito en mil trienios. Ella ya sabía que podría confiar en él para guardar el descanso necesario con el que despertar y regalarle esa mirada de principio de día a su persona. Con sosiego la brisa y la luna peinaban su cabello, lo único que junto a su rostro sobresalía por encima del emplumado manto que aseguraba su descanso con calor, aportando mas brillo a cada hebra de divinidad que se desparramaba por su espalda y pecho, casi extendiéndose por el delgado y pálido torso de ese guardián que miraba a todos lados vigilando que ese mundo permaneciera perfecto. El rey de los árboles mantenían sus lentas conversaciones sobre que regalarle a la dama de parte de toda la vegetación, la brisa recorría cada aroma de cada flor buscando el mejor perfume, la luna estaba ajetreada mirando entre toda la plata del mundo tallada por humanos y no-humanos algo que se asemejara a sus brillantes y pálidos rayos sin dejar de peinar con sus plateados rayos el cabello de esa Musa.


Con una sonrisa plagada de la mas entregada y moderada alegría miraba su rostro, contento de haberla conocido, de conocerla, de sentirla tan cerca, piel contra piel, sencillamente acompañándose en esa noche especial en la que se celebraba algo muy especial para el mundo entero. Hasta ese punto la respetaba, la quería, no necesitaba mas que su compañía y nada mas. Esa era la verdadera amistad y aquel secreto escondido y a la vez mostrado al mundo era lo mas bello que podría tener él de su parte para seguir adelante en la vida. Un pequeño movimiento y ella se acercó mas haciendo notar esa anatomía que podría atrapar mas de una mirada, logrando una sonrisa de niño que descubre cuan cálido puede ser el cuerpo de una linda damita en el rostro de ese pétreo y serio caballero. Por unos momentos contuvo las ansias, ansias que no estaban realmente presentes, pues ella era todo un mundo, la inspiración para que cada brizna de hierba se moviera y creciera como se mueve y crece en ese momento, de que cada aullido de cada lobo tuviera una historia que contar, de que cada rayo de luna tuviera ese brillo intenso que hacía que el rostro de esa Rosa Morena cobrara una belleza mística, mágica, pura, argéntea, sin perder esa calidez que la caracterizaba. Con discreción dejó salir un suspiro cerca de su cabello cuando un suave beso se posó en este, apenas un roce con el que quería hacerle saber que estaba ahí aun sin estar en sus sueños. Y con ternura apartó un par de cabellos que tapaban toda la belleza de su rostro, encargándose la luna de peinarlos con un peine de plata pura.


Ella lo era todo en ese momento, una luz brillante en medio de todo un universo de oscuridad capaz de iluminar ese mismo universo e incluso los universos adyacentes. Había tenido el detalle de conocerle en lo mas profundo de su mente y aún quedaba mucho por conocer, cierto, pero a ella le confiaba muchos secretos, conocimientos y confesiones. Era un remanso de paz para sus tormentos y no había despecho alguno en la posterioridad, no había situaciones incómodas en las que tenía que decir cosas muy sinceras que daban lugar a mucho dolor. Con ella podía ser él mismo, un alma atormentada a la que le ofrecían la posibilidad de sonreír, posibilidad que aceptó hace mucho tiempo pero solo si ella se lo pedía. Con su paciencia y calidez había demostrado una bondad mas allá de los imaginable y la madurez estaba de su lado en todos los aspectos. Mas a pesar de toda esa madurez podría ser capaz de ser tan adorable como la mas joven infante, extrovertida, sincera y sin embargo no hiriente. Delicada y muy dulce, culta y sensible a los cambios y situaciones empero sin llegar a derrumbarse, ella siempre le había dicho cosas que muchas personas ni en un millón de años podrían enunciar con tal maestría y recta definición de cada palabra. Le gustaba todo de ella, desde su cuerpo has el mas mínimo de sus gestos o la forma que tenía de ser ella misma, esa forma de ser que había atraído a los mas indeseables y a los mas admirados tiranos y caballeros respectivamente de cortes enteras para demostrar su valía frente a ella y ganarse su corazón. Y él se sentía ganador por una noche, nada mas que por una noche, dedicar ese tiempo a contemplarla, adorarla con los ojos, quieto como una estatua, sosteniendo el liviano peso de su cuerpo y la importante carga de su alma, de su sueño, de su vida. Mil gestos de ella habían sido mil regalos a su memoria, a su vista, que cuando miraba sus ojos ya nada importaba en la vida. Carente de maldad salvo que se le provocara siempre había dado sus mejores consejos para guiar los infortunios de ese oscurecido ente en la existencia de ese mundo que no era ni por asomo la mitad de bello de lo que lo era ella. La ternura de sus acciones, la dedicación de sus sonrisa le habían labrado esa armadura que lejos de parecer de piedra era del diamante y la luz de ese estandarte que era su mirada. A nadie mas había mirado así, con la devoción de un fiel a la estatua de la diosa. Y así mil aspectos mas hasta que el 8 de Febrero llegó.


Con la mas delicada y suave voz que le fue posible, conteniendo la emoción, la luna soltó doce rayos sobre su rostro que iluminaron su piel, embelleciendo la escena hasta límites insospechados. A la par que eso sucedía  los labios de él se acercaron a su oído y susurraron con la mas contenida emoción, piel contra piel, alma con alma, pétalo azul a pétalo azul que caía del cielo como señal de celebración:


-Feliz cumpleaños Bella Valyawen, Amada por Todos.


Lejos de ahí los lobos aullaban su tributo, las iglesias tañían sus campanas, los condenados por delitos que no fueran de sangre eran perdonados, los suicidas decidían vivir, los malvados se redimían, los ignorantes aprendían, cada músico del mundo dedicaba sus mas entregadas notas a algún aspecto de ella, su mirada, su sonrisa, sus manos, sus caricias, sus cejas cuando se alzaban coros y coros de ángeles elevaban sus cantos, los diablos suspiraban de frustración, en especial aquellas diablesas tentadoras que ni una mirada robaron a ese caballero entregado a la protección de la dama mas hermosa de su mundo.


Y mil acciones y mil tributos a esa sonrisa, esa mirada y esa dama, persona, amiga, secreta confesora y fidedigna mujer, una verdadera mujer llena de buenas y malas experiencias que la hacían un ser único ante los ojos de ese ser abyecto que guardaba una caricia, un beso un abrazo exclusivamente pensados para ella. Un par de pétalos se enredaron con maestría en el cabello de ella dándole una apariencia natural ,como si su progenitora fuera la madre naturaleza. Y arrastrado por el viento llegó un bello vestido liviano pero que cubría y daba calor, hecho con el fuego de los volcanes, la ligereza del viento, la resistencia de la tela de araña, la suavidad de la seda y la alta calidad de las prendas mas bellas tejidas por los elfos. Ella merecía eso y mas, desde humildes felicitaciones hasta los mas suntuosos regalos de reyes y emperadores. Y ese ser pobre de dinero pero muchos decían que rico de corazón deseo con creces que ella despertara para mostrarle todos aquellos regalos. 


El rocío se empezaba a acumular en las ramas de ese gran árbol que era rey de todos y había resultado de apoyo al cuerpo de esa dama criada en la cultura y las buenas artes. Las pequeñas gotas, recogiendo toda la esencia de esas hojas llenas de verdor por la presencia de tan magnífica criatura cayeron sobre las alas, sobre las plumas. A cada impacto una cristalina nota se hacía escuchar, era de una suave cadencia y tono que no se podría igualar a nada salvo al sondo de su voz y su risa cuando esta asomaba entre sus divinos y carnosos labios. La melodía poco a poco fue tomando complejidad cuando los primeros rayos de sol asomaban dando los buenos días a esa criatura divina que tenía su cuerpo carente de entumecimiento por el calor de su protector, muerto de ansias por decirle tantas cosas pero no encontraría nunca las palabras. Poco a poco ella fue abriendo los ojos, despertada y avisada por la armoniosa melodía de que comenzaba el gran día de celebración y aquel segundo amanecer, que era su mirada, iluminó el alma y el corazón de su protector.




A la bella Valyawen, Bella Doncella Divina Amada por Todos, que las alas de la felicidad te lleven alto y lejos en cada empresa que te propongas y la celebración de este día preceda a mil celebraciones mas con cada gesto que aportes al mundo. 

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