martes, 20 de diciembre de 2011

Suave e intenso.

Abrazados el uno al otro estaban tumbado en la cama, lentamente se habían unido esa noche en medio de miradas y alguna caricia, sonrisas de medio lado y sencillez y sonrojos. En nada estaban abrazados y deseaba uno de ellos romper la distancia, la carencia que suponía la ropa y quizás la meticulosa exposición de una piel blanca como el mármol pero que dejaba la calidez mas dulce en el cuerpo de ese hombre, de ese ser abyecto lleno de oscuridad que ella erradicaba de un solo plumazo. Su blanca piel destellaba con la luna que ese día se había puesto sus mejores galas pero no erradicaba la envidia que se destilaba de sus rayos. Que tendría esa mujer que tanto robaba la atención de un ser lleno de oscuridad, oscuridad que perdía sentido y se marchaba cuando los finos dedos de esa mujer rozaban su rostro, su brazo y lentamente se pegaban los cuerpos y las pieles. Ella tenía una sonrisa, ni pícara ni provocadora, solo una sonrisa y él sentía el deseo irrefrenable de deshacer con caricias esas prendas verdes como su patria. Ropajes cargados de una sensualidad y seducción irrefrenables para los sentidos que no tardaron en hacer desear mas ese cuerpo impregnado de educación pero ahora mismo también deseo.


La vio acercarse con pasos lentos y poco a poco, en cada uno de esos andares cargados de una seducción propia de una Astarté o una Afrodita, las caderas fueron tomadas por dos manos fuertes y unos labios voraces se cernieron sobre esos finos labios. No se habían olvidado de esa sensación de cobijo que daba su cuerpo y lentamente sus manos paseaban por su cuerpo, los labios recorrían la piel y poco a poco se fueron desapareciendo las prendas. Susurros de amor se sucedían, con el aliciente siempre perpetuo de que había un respeto que rayaba en los frío y a la vez casual pero que no se perdería nunca. Las caricias se deslizaban libremente por su cuerpo, con deseo y a la vez respeto, deseaba mas de esa piel blanca y fría que estaba seduciéndolo sin hacer nada. A la mierda con la fama de mujeriego y lujurioso, él ya no quería mas mujer que a esa criatura de la noche que con una sola reverencia podía estremecer lo cinco sentidos de un hombre y los catorce de un lobo, un lobo enfermo y sediento de placeres imposibles de narrar que se habían quedado en un baúl del olvido, ahora solo había deseo de complacer ese cuerpo, de rendir esa alma a deseos prohibidos que nadie miraría mas que con asco cuando supieran de la muerte que les rodeaba. Un mar verde cobijó los cuerpos tan contrarios en su temperatura mas baja de la noche.


Las miradas e encontraron y después como de una señal invisible los cuerpo lentamente se empezaron a desnudar, muy poco a poco, como quien trata con suma delicadeza algo de máxima fragilidad y aun mas inmenso valor. El cuerpo de ella era fino, elegante, de factura francesa, magnífico capricho de la naturaleza que había sido diseñado para usar el lenguaje y las ideas en aras de un mundo mejor y mas tranquilo. Su sencillez y carácter atraían de tal forma a esa criatura contraria a la naturaleza de ella que la locura estaba a punto de cernirse sobre su amante, que encima de ella trataba de mantener los sentidos y las maneras al nivel de ese encuentro único y primero entre los cuerpos y las mentes. Los ojos de ella reflejaban tranquilidad y un amor imposible de detener. Sus manos acariciaban los brazos de su amante, de su amigo, de ese lobo sediento y hambriento desde hace siglos de esa sensación que solo ella le regalaba. La increíble figura de ella atraía mas de una mirada de lujuria de ese lobo desde hace mucho tiempo pero ese día, esa noche tan especial nadie iba a refrenar por nada del mundo los deseos de hacer el amor.


Él era duro y recio a la vela, con sentimientos egoístas en un pasado, hedonista en extremo y grandilocuente a la hora de expresarse en todos los deseos que le llenaban el alma de placer. Cruel a la hora de lograrlos pero algo cambió en su vida que le hizo desear a esa mujer, pero no su cuerpo de pecado, que en ese momento ya estaba desprovisto de al ropa, sino que necesitaba hacerla feliz en lo mas extremo del concepto. Sus amantes quedaron olvidadas cuando conoció los ojos de esa mujer amable y educada, que llegó a su vida de la forma mas casual del mundo. Sus brazos fuertes ahora solamente deseaban ser sustento y apoyo de ese cuerpo delicado y fuerte que podía matar con una sola caricia. Su mirada impregnada en odio y arrogancia ahora estaba llena de ternura y deseo, de un amoroso deseo que nadie mas podría igualar de cara a esa mujer que estaba entre sus brazos, mirándolo y rindiendo su voluntad. Su piel fría no helaba sus sentidos, al contrario, se los aumentaba y aumentaba cada sensación y sentimiento que elucubraban la forma de regalarle a esa dama un motivo para una sonrisa.


Con las ropas a un lado y el deseo a flor de piel, ante la atenta mirada de esa luna llena de envidia que hoy no escucharía los aullidos d su mas infiel siervo, dos entidades, una maligna y otra benigna, se fusionaban en un amor candente, cadencioso y sencillamente perfecto, Poco a pcoo se rozaban se decían te quiero, te amo. Nadie ni nada los separaría nunca mas, al fin dos alamas se habían encontrado y hacían el amor mas suave y a la vez intenso de toda su existencia.

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