lunes, 18 de abril de 2011

El caballero rojo

Los sabios del lugar se encontraban reunidos mientras el pueblo se congregaba en la plaza y alrededores a la espera de un veredicto por parte de todo el congreso de los Sabios. Estos llevaban horas deliberando sobre lo que hacer ante tan peligrosa situación y con un suspiro, el delegado se volvió a la multitud, que contuvo la respiración. El buen hombre se quedó mirando al pueblo pensando las mejores palabras para no causar un gran revuelo entre esas buenas gentes que cada día dedicaban la vida al cuidado de esa pequeña aldea a la que le había caído una maldición como mínimo. El hombre poseía una túnica larga que lo cubría prácticamente de pies a cabeza y los ojos que mostraba su rostro afable iban a juego pero con un matiz de tristeza que nunca había entendido a que se debía, pues los padres de los niños ahí presentes ya lo habían conocido con esa mirada, dicen que fruto de las pérdida de su mujer.


-Buenas gentes, no tenemos mas remedio que comunicaros la terrible noticia de que un gran señor de al guerra se dirige hacia aquí y ha cerrado los principales pasos de huida, pretende apoderarse de todas nuestras provisiones para que con ellas poder alimentar a su ejército y seguir avanzando de parte a parte del país a la zaga de mas y mas poder. Estamos pues condenados quizás a la derrota. Necesitamos un milagro. Ruego que esta noche y las que nos queden de vida recemos a todos los dioses habidos y por haber para ser depositarios de un milagro o una salvación que nos saque de ese atolladero.-Dijo el anciano en un susurro para estas últimas palabras y los murmullos y las alarmas empezaron a hacerse patentes en toda la población, aunque antes de que cundiera un verdadero pánico, el anciano dijo.- No os preocupéis pensaremos entre todos que hacer, pero por favor es tarde, descansad, aun queda tiempo antes de que llegue el enemigo.-Y dando media vuelta se dirigió al templo, pequeño y humilde de esa pequeña orden de monjes, entre cuyas paredes los rezos se elevaron durante toda la noche y los días siguientes.


Todos los aldeanos pensaban que hacer. En las tabernas, los hombres discutían sobre la geografía de la zona, los pastores conocían bien el terreno al igual que los leñadores y escaladores las laderas mas escarpadas. los cazadores también participaban dirigiendo miradas cargadas de odio irracional hacia la lejanía mientras pensaban por donde ir, por donde marchar. Los pocos que sabían montar sabían que los caminos estarían bloqueados así que sencillamente no dijeron nada. los cantineros esa noche se dedicaron a cosechar buenas monedas porque todos los hombres y la sensación de derrota estaban hermanados. En una casa de mancebía alejada del pueblo, al amparo de una colina, se dedicaban a amarse hombres y mujeres por igual, para celebrar una de sus últimas noches. 


El alcalde del pueblo decidió que no podía vivirse mas esta situación y congrego a todo el pueblo de nuevo en la plaza para dar una sencilla y clara orden. Así pues se subió a un improvisado estrado que le permitía ver a todas esas caras difusas a medida que la distancia aumentaba. El hombre era un anciano ya, que aunque no estaba en el consejo porque se le consideraba joven aún, era un gran conocedor de varias artes y había logrado llevar al pueblo un destino próspero hasta el momento. Sus ojos eran benevolentes pero en ese momento la benevolencia había desaparecido y brillaba en ellos una luz que mostraba una determinación inaudita hasta el momento en ese sencillo hombre de provincias profundas. 


-Buenas gentes que ha estado bajo mis órdenes y leyes todos estos años, escuchadme atentamente porque solo lo diré una vez. Cuando dentro de pocos días esa gente venga a nuestro pueblo para arrasarlo y matarnos a todos, yo lo primero que pienso hacer es ponerme delante de ellos y gritarles que no pasarán, que entregaré mi vida por el bien de este pueblo que nos ha visto crecer a todos nosotros cuando eramos niños,, que ha guardado a las ancianas que nos cuidaron cuando estábamos enfermos de las tormentas mas crueles y violentas. Yo lucharé ¿quien se une a mi para derrotarles? se que quizás no sobrevivamos pero peleemos como verdaderos hermanos que unirán sus espadas en la lucha contra eso deslamados que pretenden robar lo que es nuestro.-Finalizó el breve discurso el alcalde, que empezó a pensar que quizás nadie se uniera a él. pero cuando el primer hombre iba a decir un decidido ´´yo´´, un relincho lejano les dio el aviso de que un jinete se acercaba. los vigías avisaron que efectivamente un caballero se acercaba a la puerta. Iba completamente de rojo, El caballo tenía el pelaje rojizo y en la heráldica se mostraba un dragón también rojo y los ojos del caballo eran rojos, parecían irradiar una furia que sobrepasaba toda imaginación humana. A la orden del alcalde varios ballesteros se colocaron para vigilar al recién llegado pensando que podía ser algún mensajero del enemigo, y mensajero era, pero no del enemigo. Extendío una mano y señaló a ese líder que los estaba arengando sobre lo que se cernía sobre sus cabezas y acercándose, en todo momento vigilado por los ballesteros, entregó un sobre , que el hombre abrió y leyó.-Hermanos, este buen caballero llega de tierras lejanas para prestarnos ayuda, y solamente bajo la condición de que todos luchemos a su lado y le prestemos el apoyo necesario. Así pues preparémonos todos para la batalla- y los clamores y los vítores estallaron. 


En dos días la batalla se libró no sin antes pensar en obtener el consentimiento de los ancianos que nada mas verlo aceptaron con una sonrisa cómplice entre ellos, y las opiniones del consejo entero cambio radicalmente, pues ya daban la guerra por ganada definitivamente. Este tipo de giro brusco a mas de uno le hizo plantearse si los viejos del lugar no necesitarían ya un buen descanso y retirarse de todo lo que suponía el destino de un pueblo, pero no se pensó en hacer nada de eso pues apremiaba la fabricación de flechas para los arqueros y espadas para los que pudieran y supieran empuñar una. Todos los jóvenes se cruzaban alguna que otra vez a ese misterioso caballero que no se quitó para nada el yelmo, que se quedó desde su llegada en la entrada de la villa, esperando. 


-¿que será lo que pretende hacernos?-preguntaba un joven de vez en cuando pero otro que le decía que se acercara y estuviera a su lado solamente unos segundos, en cuanto obedecía, regresaba sabiendo lo que ese caballero pretendía- Vamos a ganas señores. Por la libertad.-y la sonrisa no se le iba de la cara a ese joven de otros tantos que estaban esperando la presencia del enemigo para plantarle cara. 


Y el día de la batalla llegó. Todos formaron en filas y el caballero, en un silencio perpetuo le siguió al alcalde, que encabezaba como improvisado general a ese aun mas improvisado ejército. había hasta mujeres entre esas aguerridas filas de personas que tenían delante a un numeroso ejército. la batalla empezó con las cortinas habituales d flechas y todos los aldeanos resistieron estoicamente la carga de caballería que se les vino encima a los pocos segundos en una excelente coordinación con los arqueros enemigos. El caballero también presentó batalla como nunca se había visto en las crónicas de la zona. Así es como se prolongó la batalla durante casi un día con una victoria aplastante de los pueblerinos, enardecidos por la presencia de ese habilidosos espadachín que les había llegado desde la completa nada para darles un apoyo decisivo. 


Tras la batalla, contando quienes habían caído y dirigiéndose al pueblo, el caballero sin previo aviso se echó a correr en otra dirección totalmente distinta. Uno de los jóvenes se acercó al alcalde con el interrogante en la pregunta sobre cual era el destino del caballero. 


-Se marcha a seguir ayudando a aquellos que no tiene las suficientes agallas o les falta esa cosa que conforma el nombre de tan noble aliado y temible enemigo en las batallas injustas. -El alcalde sonrió y dijo el nombre de ese caballero


-Valor



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