martes, 26 de julio de 2011

Camina entre los infiernos

En la lejanía de un pueblo, mas allá de unas montañas nevadas había un río de aguas cristalinas y limpias en las que la industria aun no había tenido su oportunidad de dañar. Por ahí los peces nadaban tranquilamente y los viajeros bebían, daban de beber a sus caballos o monturas y continuaban su camino. Del pueblo mas cercano venía una aldeana de gran belleza que iba como todas las mañanas a por agua para poder disponer de ella a lo largo del día. El viento alisaba su lacio cabello mientras escuchaba de sus labios una deliciosa melodía que no contenía gran profundidad en la letra pero si que desprendía y dejaba entrever la dulzura de su voz. Esta bella señorita tenía una característica bastante peculiar y es que el resto de buenas aunque cotillas gentes del lugar decía todo tipo de rumores sobre ella. De ella se contaba cosas como que era hechicera, que tenía tratos con el diablo, que su pareja era una demonio de la lujuria y otros decía que era un lord muy rico que había hecho fortuna en las guerras, matando a diestro y siniestro todo cuanto se le cruzaba en los campos de batalla. Algunas de estas cosas eran verdad... o no. 


La dulces aldeana estaba tranquilamente cagando el agua a su casa cuando le salieron al paso dos figuras ataviadas con negros ropajes que la miraban sonrientes. Eran dos hombres bastante robustos que sin duda no venían con muy buenas intenciones de parlamentar con la dama. De sus miradas se adivinaba lascivia, lujuria, deseo de carne humana corrompida. En su aspecto se veía a gente curtida por las inclemencias de la vida de pueblo y la lucha contra la naturaleza. Ambos hombres no parecían armados pero si peligrosos. La mujer siguió su camino ignorándolos pensando que no eran mas que dos viajeros casuales que pasaban por ahí pero en seguida le cortaron el paso. Ella se los quedó mirando esperando que fueran ladrones a la búsqueda de un improvisado impuesto por transitar los caminos pero en seguida uno de ellos la agarró por detrás y el chillido de la mujer fue demasiado agudo como para no ser oído en casi una milla a la redonda. El otro hombre se acercó y el aliento a alcohol llegó mucho antes que sus labios que trataron de besar forzadamente a la muchacha que le dio una patada en donde fuera que acertara para alejarlo. El hombre borracho retrocedió pero enseguida saliendo de sus manos unas cuerdas se decidieron a atarla en de manos y pies para poder disfrutar mejor de su anatomía. La ataron contra un árbol de modo que la mujer apenas podía ver otra cosa que el tronco de este. Las lagrimas caían de sus ojos por el sentimiento de impotencia. 


Cuando desgarraban sus ropas había algo que les llamó la atención. Una marca que tenía la anchura y largo de unos cuatro dos de una mano de niño pequeño. Los hombres pararon sus actos para ver que era exactamente eso. Entonces tiraron del cabello de la mujer y le preguntaron que que era. 


-Un recuerdo de mi amor, de mi amado, aquel por el que suspiro muchas veces cuando no visita mi cama o yo no visito la suya. la razón de mi existencia me dejó eso en la espalda para que cuando se dieran situaciones así el se enterara y entonces acudiría. -Y sin mas que decir estalló en llanto mientras se disponía involuntariamente a ser violada. Se prometió a si misma que no gritaría. Nunca supo que ponía en su espalda pero uno de los violadores le sacó de dudas y leyó en voz alta. 


Camina entre los infiernos
Estremece cielo y tierra
Crea el dolor con placer eterno
Ama como jamás ningún otro 

Los hombres se miraron y estallaron en carcajadas pensando que eso no era mas que una estúpida y miserable broma de una maníaco que gustaba del daño a las damas para poderse hacer el importante ante sus amigos. Cuando los pantalones de uno ya estaban bajados el otro puso la mano en su hombro y le dijo tan solo. 


-Oyes eso? -dijo mirando hacia las copas de los árboles. El otro negó lentamente mirándolo preguntándose que es lo que había bebido su compañero pero este acertadamente dijo-En que bosque hay un silencio total?-Entonces todo surgió muy rápido pero la esencia es que una figura observaba a los hombres totalmente embozada en negro, al igual que ellos pero en ropas de seda y lana para nada basta sino perfectamente curtida. En sus ojos relampagueaba lo que unos describirían como el Edén y otros el infierno. Sin mediar palabra se dirigió a la mujer atada y con sus manos rompió las cuerdas, la mujer rodeo el cuello de su salvador y se puso a llorar aun mas si es que eso era posible.Con lentos movimientos los brazos de el se fueron apoderando del cuerpo de ella y dándole la vuelta la abrazó por detrás mirando a sus enemigos. Ella ya estaba mejor y en un susurro es como si de pronto ella se quedara relajada. 


-Tranquila amor-le susurraba- Estoy aquí para hacerles sufrir el castigo que se merecen por tocar a quien me es amado, querido y perteneciente de toda la eternidad. ignorantes de ellos que no vieron las señales.-lentamente colando las manos por debajo de las rasgadas vestiduras unos dedos acariciaban su vientre arrancando gemidos de algo parecido al dolor de los labios de la dama. Con una pequeña sonrisa este hombre (aparentemente) le susurró- Duerme amor...duerme - y como por hechizo la mujer rendida cayó en sus brazos. Sosteniéndola con un solo brazo y en un rápido movimiento de manos no sin antes dar un beso en sus labios que dejó la sonrisa en los labios de ella, la mujer desapareció ante los ojos de los hombres y de entre los brazos de el desconocido. 


-Habéis mancillado a la persona que mas amo con vuestras manos. Me veo en la obligación de haceros pagar tal afrenta con un duelo mis malos señores. No sois mas que la escoria que hace a veces el mundo para equilibrar la balanza entre el bien y el mal por esta vez haré la duda razonable. Dando que no hay juzgados en este mundo que tengan por justicia su normal de ser, me veré en la obligación de tomar la justicia por mi mano y así de paso me entretengo con ustedes en todo tipo de prácticas.-Y lentamente caminó hacia ellos mientras un rostro de piedra con unos ojos de hielo los miraba. Los hombres miraron al ser que para ellos era demoníaco en todas esas hechicerías que había hecho. Pero aun así, tontos ellos, atacaron sin compasión lanzándose directamente sobre el des conocido. 


Antes de hacer nada este les había esquivado y en una especie de finta lanzó algo que atravesó los zapatos de uno de los hombres y lo dejó clavado al suelo entre gestos de dolor y aullidos del mismo. Como si de un sonido precioso se tratara el ser extraño empezó a moverse como si bailara y una sonrisa de triunfo se posó en sus labios. El otro hombre miró a su compañero e impulsado por la mas obvia cobardía empezó a correr dándole la espalda a su compañero y a ese bailaron de la muerte y el dolor. Cuando se giraba para empezar a correr se encontró con este desconocido que era rápido como se ha podido comprobar. En su mano había una espada que el violador no supo de donde salio pero antes de ninguna pregunta de un tajo muy bajo las piernas del violador estaba seccionadas. Los pies sostenían perfectamente en el suelo parte de las piernas que habían sido sesgadas por un poco mas arriba de las rodillas. Entre gritos estuvo bailando sin preocuparse del desangramiento porque esa hoja, también de extrañas propiedades había cauterizado la herida y no se podía ignorar cierto olor a carne quemada. 


Una vez disfrutado de un bello baile al clavado en el suelo se le seccionaron los pies y entonces con los dos en el suelo y atados contra un árbol el desconocido procedió a hacer una delicada y dolorosa tarea. Fue cortando la piel con sus propias manos. Poco a poco se fue viendo a unos violadores antes bien definidos que poco a poco fueron perdiendo la piel de la cara, después el cuello y así sucesivamente. Cuando ya se aburría de esos lienzos que no eran en absoluto nada comparados con la partitura musical de su amada, durmiendo ahora en su cama con una suave sonrisa, lo que los violadores consideraban un monstruo los agarró por el cuello de la camisa y los arrastró hasta el pueblo dejándolos en medio de la plaza, que enseguida fue acumulando gente. 


las mujeres estaban horrorizadas y los hombres en algunas ocasiones hasta los veteranos en las guerras, vomitaban de esa escena dantesca. Por el camino el monstruo para los violadores se dio cuenta de que si no veían no podrían violar así que les arrancó los ojos con unas cuantas agujas que tenía por ahí guardadas. Nunca se sabia cuando uno debía coser una herida o una boca. Volviendo al caso, el monstruo miró a todas las gentes encaramándose hábilmente a la estatua de la fuente de la plaza central. Comenzó un discurso. 


-Mis buenas gentes de este cálido y bello pueblo, mi nombre no os será revelando pero confieso ser responsable del sufrimiento de este par de individuos que tuvieron a mal de querer encontrarse con mi amada. Casi la violan y no es algo que me haga particular gracia cuando lo hace otro. Miren como han quedado ellos, que han sido capaces de mancillar lo mas bello que se me ha concedido nunca. Si os hablara de ella podría estar noches enteras y vosotros moriríais de sed y hambre,, enloqueceríais de sueño y os comeríais los unos a los otros. Voy a dejar claras un par de cosas que me surgieron en la mente de camino a este bello pueblo con sus buenas gentes. Entre vosotros vive mi amada, yo se como es, vosotros sabéis como es y nadie la debe de herir como estos dos fueron capaces de hacer. Yo la amo y ella es mía... 


Dicho esto y ante el asombro de la multitud los sonidos del bosque volvieron a la par que este hombre se convertía en otra voluta de humo y desaparecía ante la vista de los pueblerinos 


En lo lejos del castillo que se veía desde el pueblo un monstruo hacía el amor con una mujer que estaba a punto de ser violada. Entre mordiscos y gruñidos ella era constantemente torturada por caricias y besos en zonas prohibidas por las escritoras, Fue victima de miles de miradas lascivas cargadas con un toque de dolor y tortura. Sabía como tratar a ese ser arrepentido de muchas cosas y que se recriminaba grandes males. pero nada importaba seguían haciendo el amor mientras los condenados gemían y aullaban de dolor eterno. 

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