lunes, 28 de febrero de 2011

El ritual

Yacen los amantes entregados a a ese amor de la libertad absoluta. Sus cuerpos algo sucios por las caricias que les proporciona la naturaleza. la luna se encuentra sonrojada por esa danza de músicas ancestrales y jadeos que se avecina una y otra vez sobre esa cálida planicie y a la vez envueltos por la manta que es la verde hierba. Con delicadeza, los fuegos se encuentran en medio de esa cuna de la madre Gaia que los contempla a través de las estrellas y los animales que asisten curiosos a ese antiguo y perfecto ritual, ese ritual dedicado a la procreación, al progreso de su especie, de esa especie humana que tanto tiene por hacer. 


Ella es bella con unos ojos enormes, que podrían arrebatar el mas delicado suspiro hasta al mas fuerte y rudo de los hombres, una cabellera larga, negra, llena de flores, corona lo alto de tu delicada figura, tendida en el verdoso manto que los aísla del mundo. Unos dientes blancos como esas estrellas que son ojos de fantasía de los ángeles, espectadores pasivos de esa ceremonia de entrega de almas y cuerpos, se muestran desde detrás de unos labios que , siendo reflejo del ansia misma por la carne de su amante, se empeña en colmar de rosas a ese cuello musculoso que une la cabeza con ese cuerpo que para ella es perfecto. Unos senos que simulan los frutos de la pasión se encuentras acariciados por su potente torso, del cual se denota cada músculo y con el cual desearía poder pasar toda esa velada y las veladas que el amor siempre les permita sentir. Los ojos de ella están alegres. vivos, los de el son dos hondos pozos que también refulgen con un tono rojo en su centro del ojo, mostrando un ansia por coronar la cima de todos los placeres a su lado, dedicándole cada instante a sentir esa piel tibia que ella posee. Unos susurros de amor que solo ellos alcanzan a escuchar salen de los labios de ambos entre entregas de amor y danzas de besos que se alargan en su radio de acción a un cuello fino que él alcanza con el deseo. Siente todo de ella: como la piel se eriza, como la sangre se acelera, como los músculos se tensan. Solo ellos saben de las sensaciones del otro y cualquiera que los contemplara no acertaría a adivinar cuan placentero es todo aquello que se vive. 


Un Leviatán de cabeza incandescente se alza desde las profundidades para poder clamar como suyo un espacio que sus ansias llevan a querer tomar como dueño y señor del mar: se quiere coronar señor de los mares del placer. entra lento, seguro de su poder, mientras que cuatro estrellas, dos de color oscuro y dos de color marrón, se miran mutuamente en medio de una tensión sufrida por dos cuerpos de amantes perfectos que se entregan sin ningún tipo de duda. pronto surgen esos cánticos mas antiguos que la voz misma del hombre. Unos cánticos que hacen ver al mundo lo antiguo, poderoso y sagrado de esa ceremonia, donde nada se puede interrumpir y donde nada los interrumpirá en lo mas oscuro de esa noche, iluminada por esa pálida dama que es la luna, que los mira sabiéndose madre y protectora de esas dos almas, pariente lejano de la tierra que los alimenta, esposa del sol que los ilumina en el día. Una larga entrega que ella contempla con una palidez milenaria, palidez suscitadora de miedos y adoraciones, incluso de sacrificios. 


Los amantes ahí yacen y Leviatán logra conquistar ese lugar sagrado en donde la trampa del éxtasis les espera a ambos, una deliciosa trampa que los atrapa mas en medio de una vorágine de casi rugidos de placer, que los devora lentamente y les relaja el cuerpo tras ese último beso en el cual muestran todo su amor antes de caer exhaustos en la hierba dispuestos a dormir y seguir amándose al despertar. 

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