sábado, 5 de marzo de 2011

La travesía

Una tormenta. Una como nunca se había visto en esas tierras llenas de fantasía y monstruos marinos, azotaba los mares en los cuales un solo barco se debatía por seguir a flote entre todas esas olas colosales que se empeñaban en seguir y seguir estampando toda su ora en la delicada quilla y la eslora indistintamente. El Marinero que lo tripulaba solo estaba mas que aterrado por no poder llegar vivo a casa y entregar su cargamento. le entregaron ordenes exactas de llevarlo a ese punto y así tendría que ser en la fecha indicada. Con mucho esfuerzo mantenía como podía el timón bien firme. Alcanzaba como podía el agua que le quedaba y le insuflaba un poco de esperanza de salvación pero ya se le estaba agotando también. Rugía alguna maldición cada vez que se empeñaban las olas con esfuerzo renovado en hundirlo pero pero nada lo tenía que detener. En su poco tiempo como marino no había fallado ni un solo encargo. Él iba a resistir esa y otras tormentas que se le vinieran encima.  Con toda su perseverancia la parte de al vela estaba a punto de caerse a trozos y la vela en sí estaba a punto de desgarrarse como nada. y si esta caía entonces el barco se hundiría y el con él porque era marino y capitán al mismo tiempo. 


Su mirada se mantenía en el horizonte hasta que esa visión se veía interrumpida por una ola que le chocara de frente. las paredes de agua que lo rodeaban subían y bajaban continuamente y eso lo estaba haciendo desfallecer en su percepción y orientación pero se mantenía firme fijando la mirada en la brújula y un pequeño retrato de ella que lo mantenía firme a llevar la entrega de esa carga. Miró después el cargamento que se bamboleaba de un lado a otro y parecía que pudiera salir despedido por una de las ventanas del pequeño puente de mando que conformaba el navío. Y los truenos no le dejaban prácticamente oírse los pensamientos. El vociferaba maldiciones y mas maldiciones contra esos elementos crueles que le estaban dificultando la tarea que mas adoraba, llevar la felicidad a los puertos y las islas que conformaban los lugares mas bellos de ese mar en el cual se había criado desde pequeño. Con un poco mas de esfuerzo se desvió hacia el suroeste ligeramente y continuó manteniendo las maldiciones y el rombo, que amenazaba con desviarse por los constantes hostigamientos de la tormenta. 


Y llegó el momento en el que una ola como no se habían visto lo tiró al agua y partía el barco. Lo último a lo que le dio tiempo es a agarrar el retrato de su amada y el cargamento que perfectamente cabía en sus manos. Se hundió unos instantes y perdíó el conocimiento. pensó u había fallado pero las casualidades de este tipo de hazañas a veces son cosas de milagro ¿no creen? 


Cuando abrió los ojos, la persona destinada a la entrega de ese cargamento y la miró unos segundos para cerciorarse de que no era la persona equivocada. Con un sumo esfuerzo que parecía costarle (y le costaba) horrores tendió su mano con el cargamento. Un lindo girasol en la mano y una sonrisa en los labios, todo el cuerpo lleno de algas que estaban pegadas a él como la ropa. Ella sonrió y lo abrazó como si nunca lo fuera a volver a ver. Lo único que pudo decir antes de ser devorado por dos labios perfectos fue: 


-Hola mi amor, he vuelto 

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